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10 LATIDOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ.
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"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 25.
La radio me ha seducido desde siempre. Siendo niño, ya lo he contado anteriormente, me pasaba horas y horas escuchándola. Era mágica. Recuerdo que ni siquiera la llegada de la televisión a Jaén pudo con ella; la radio siempre estuvo ahí, acompañándome y, sobre todo, alimentando mi imaginación. Quizá ahí radique una de las fuentes de mi naturaleza soñadora, de la que me siento muy orgulloso, y a la que no renunciaré jamás. «Sueño, luego existo»; convicción que le dio título a otro de mis libros, escrito y publicado en 1996.
Lo que no podía imaginarme entonces, radioyente niño y adolescente, era que, con el paso de los años, iba a hacer muchas horas de radio y aquella seducción inicial se iba a ir transformando en la convicción absoluta de que la radio es un medio de comunicación imprescindible en muchos sentidos, pero muy especialmente para la difusión y el conocimiento de la «canción de autor» y la posibilidad de que cualquier persona pueda disfrutarla en la situación más insospechada.
Estoy convencido de que para que un cantautor, una de sus canciones o uno de sus discos, tenga éxito y pueda ser disfrutado por el mayor número de personas posible, es imprescindible que se le «escuche» (que es distinto a que se le oiga); y para eso de «ser escuchado», considero que no hay mejor medio que la radio. De ahí que, a lo largo de «mi vida entre canciones», hacer radio haya sido y siga siendo, uno de mis más importantes objetivos; mucho más que escribir un libro o incluso hacer un programa de televisión.
Mi primera experiencia radiofónica fue en el verano de 1982. Demasiado fugaz, pero muy importante. En aquel momento, Gonzalo García Pelayo era director de musicales de Antena 3 Radio y nos propuso a Bernardo Fuster y a mí hacer un programa al que llamamos Las voces de la música, que se emitiría los sábados. Experiencia inolvidable pero ya digo que fugaz porque, pasado el verano, llegó «Supergarcía» y se acabó. Nos echaron. Que yo recuerde, no llegamos a hacer ni seis programas. Seis programas monográficos sobre cantautores en los que Bernardo se centraba en la música y yo más en los textos.
Trabajar con Bernardo fue un placer. De allí surgió nuestra gran amistad. Bernardo, exiliado en París durante los últimos años del franquismo, había sido un gran luchador por la libertad y había grabado dos discos firmados con el seudónimo de Pedro Faura: Manifiesto (1974) y Volver, no es volver atrás (1975), dos obras históricas y clave en la memoria de nuestra «canción de autor». Posteriormente, ya en España, creó junto a Luis Mendo el grupo Suburbano. Justo el año en que hicimos aquellos programas en Antena 3, Suburbano acababa de grabar y publicar su tercer LP, Danza rota.
Pasados tres años, en 1985, tras la edición de los dos primeros volúmenes de Veinte años de canción en España, la dirección de Radio Popular de Madrid (COPE) me propuso realizar para toda su red de emisoras un programa diario de media hora dedicado a la «canción de autor»; propuesta que me supuso un reto muy grande: adentrarme yo solo en una aventura ciertamente seductora y deseada, pero, a la vez, nueva y bastante desconocida.
Sin pensármelo mucho, acepté el reto y enseguida me puse manos a la obra con la imprescindible ayuda de Anacleto Rodríguez Moyano, una persona clave en la emisora que siempre estuvo a mi lado enseñándome, aconsejándome y dándome mucha fuerza e ilusión. Por cierto, Anacleto, por aquellos años, escribió y se autoeditó un libro magnífico titulado Concha Piquer. El nombre de la copla (1988), cuyo proceso de creación tuve el enorme placer de vivir intensamente.
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En 1987 mi hijo Javier me sorprendió con este dibujo. |
A aquel primer programa de radio en solitario lo titulé Donde la palabra se hace música y empezó a emitirse a partir de septiembre de 1985, de lunes a viernes, desde los estudios de Radio Popular, que entonces estaban en la calle Juan Bravo 48 de Madrid. Al principio salía en antena de nueve y media a diez de la noche. Franja horaria muy complicada porque era una especie de puente entre el programa de Encarna Sánchez y los informativos que se emitían después.
Sobre todo durante el primer mes, cuando entraba en el estudio y me sentaba frente al micrófono, era plenamente consciente de que se iba a producir un tránsito de audiencia entre los miles de seguidores de Encarna y los amantes de la «canción de autor» que, por lo general, no eran coincidentes. Fue un auténtico reto y, en ese sentido, podría contar muchas anécdotas, algunas lamentables, otras divertidas.
Un día, por ejemplo, en uno de los programas que dediqué al amor, puse la canción «El insecto», del disco Los versos del capitán de Olga Manzano y Manuel Picón. Bellísima canción creada a partir de un poema de Pablo Neruda que dice: «De tus caderas a tus pies quiero hacer un largo viaje». Pues bien, al día siguiente, cuando llegué a la emisora, tenía en mi casillero una nota del director pidiéndome que pasara por su despacho. Resulta que había llamado la madre del obispo de no sé dónde, seguidora de Encarna, protestando y denunciándome porque, según ella, mi programa era pornográfico. Evidentemente, a aquella señora lo del viaje corporal de Neruda no le había gustado (¡cuerpo, placer y pecado!, trilogía inseparable que siempre he maldecido). Le expliqué al director que era un texto de Los versos del capitán de Neruda y, afortunadamente, el asunto no tuvo mayor trascendencia. Lo que sí es cierto es que cada vez que ahora escucho la canción de Olga y de Manuel me acuerdo irremediablemente de aquella anécdota y los versos de Neruda me parecen cada vez más bellos y excitantes.
Otro día me ocurrió algo tremendamente divertido, pero de signo contrario. En el programa de Encarna había un espacio (creo recordar que un día a la semana) que se llamaba «La mesa camilla» en el que participaban varias de sus amigas famosas, entre ellas Marujita Díaz. Una vez acabado el programa, solían bajarse a tomar copas al bar gallego que estaba junto a la entrada de la emisora. Una noche, cuando yo ya salía para irme a casa, me encontré con Marujita en la puerta del bar y me dijo: «Me gusta mucho el programa que haces, sobre todo hay una canción que pones con frecuencia que me encanta y me coloca; es una que dice: “Toma de mí todo y métemela bien”». Evidentemente, la pobre Maruja o no había escuchado bien la canción o la escuchaba como a ella le hubiera gustado que fuera. Se refería a la bellísima canción de Silvio Rodríguez«El sol no da de beber» y a su estribillo que, en realidad, dice: «Toma de mí todo y bébetelo bien».
Pese al horario y a las dificultades iniciales, el programa se fue haciendo poco a poco con una audiencia importante y al año siguiente, a finales de junio de 1986, la dirección de Radio Popular decidió cambiarme la hora de emisión. Donde la palabra se hizo música pasó a emitirse todos los días de once a once y media de la noche, o sea, después del informativo. El cambio fue importante, encajaba mejor con otro tipo de audiencia y se notó. Empezamos a volar mucho más alto.
Donde la palabra se hizo música fue un programa en el que, siempre con el protagonismo de la «canción de autor», a la que ya por entonces consideraba un género musical y poético con características propias, realicé muchas experimentaciones: desde crear monográficos dedicados a nuestros grandes poetas musicalizados y cantados a contar fábulas y cuentos (como La cigarra y la hormiga o El hombrecito vestido de gris, de Fernando Alonso) acompañados de canciones; darle voz cantada a las noticias y los acontecimientos cotidianos que nos traían los informativos; abordar situaciones o problemas sociales como la pesca, la agricultura, la vida en la ciudad o la emigración; presentar discos; entrevistar a cantautores; dedicar programas enteros a cantarle sencillamente a la vida cotidiana y a los valores, grandes y pequeñitos, en los que siempre he creído: el amor, la libertad, la esperanza, la solidaridad, la ternura, la igualdad, la compasión o la misericordia. En resumen, abrazar y celebrar la vida con canciones.
Aquellos programas me dieron muchas y muy emocionantes gratificaciones. Recuerdo, por ejemplo, la serie de cuatro programas que dediqué a la emigración. Los escuchó en antena Eduardo Sotillos, que en aquel momento era Director de Radio Nacional de España, y le gustaron mucho, tanto que habló con el director de la COPE para que le permitiera emitirlos por Radio Exterior de España en el mes de agosto de 1986. Así fue y durante aquel mes recibí cientos de cartas de emigrantes, sobre todo desde Latinoamérica, agradeciéndome que nos hubiéramos acordado de ellos desde el lenguaje de la música y la sensibilidad. Y es que el duro zarpazo de la emigración ha sido uno de los temas más y mejor fotografiados por nuestro canto popular.
Otra de aquellas gratificaciones, quizá la más emocionante por lo que tuvo de inesperada, la experimenté el 22 de agosto de 1986. Aquel verano, como tenía que hacer el programa de lunes a viernes, alquilamos una casa en Los Molinos, un precioso pueblo de la sierra madrileña, para poder bajar diariamente a Madrid.
Como todos los días, aquel 22 de agosto salí temprano de casa para comprar el pan y el periódico. En aquel momento leía habitualmente el diario El País. Hice mi acostumbrada parada en un bar que se llamaba El Tropezón y, mientras me tomaba mi cafetito, hice una primera lectura rápida de los titulares.
De repente, en la columna dedicada a la radio en las páginas culturales, me encontré con un artículo que ocupaba toda una columna titulado «Sol de noche». Me entró la curiosidad y me puse a leerlo. Resultó que (y os prometo que me pilló totalmente por sorpresa, no podría ni haberlo soñado) el artículo estaba dedicado a mí y a mi programa de radio. Lo firmaba el escritor Ángel García Pintado, al que no conocía personalmente, y decía así:
«Hay otras maneras de poner discos, alejadas de las adormideras vociferantes de los superventas. Se puede comprobar escuchando Donde la palabra se hace música que dirige y presenta Fernando Lucini de lunes a viernes por la COPE. Durante media hora, a partir de las once de la noche, el dial situado al este del Edén invoca insistentemente la llegada del sol en plena noche. Se trata del Edén del cantautor trascendente expresándose en lengua vernácula. El pinchadiscos resulta tan atípico como las canciones convocadas; sus comentarios breves, intensos y sentidos se mueven entre la depresión y la esperanza, la melancolía y el regocijo de la fe. Por el tono general se podría deducir que nos hallamos ante unos ejercicios espirituales de la posmodernidad metafísica, una especie de catequesis melódica que nos augura la salvación por deleitables caminos reflexivos.
»El paraíso perdido se encuentra al final del laberinto. Se pasa por momentos difíciles "en que la niebla nos ciega" y "nos sentimos confundidos con el gris de las aceras, momentos de tanta ceguera que llegamos a ignorar el porqué y el para qué de todo lo que somos y de todo lo que hacemos". Entonces Silvio Rodríguez canta "yo no sé por qué estoy cantando y por qué estoy viviendo, etcétera...". A ello sucede esa voz que puede surgir invitándote a dejar de mirar la vida en blanco y negro y que te arenga a que el arco iris sea tu color ("cuéntame la vida en technicolor, ponle color a tus angustias...", porque "la vida está tan bonita que da gusto verla". Verso de Serrat que Lucini sabe hacer como nadie carne de su carne, que parece nacer de sus entrañas.
»El guión del programa presenta el ritmo y la estructura de un poema y llega a conseguir la unidad de una misa. Obseso del sol de medianoche, el sacerdote cultiva entre sus feligreses esa promesa convertida en "leit-motiv", en fijación casi paranoica. Es tan disculpable esa manía como incuestionable que Lucini nos quiere a todos por igual, nos quiere reunidos en el lugar amplio y generoso en el que ya se escuchan campanas: "Escúchalas en ti mismo, tañen de alegría, son las campanas cristalinas de la ermita de la vida".
»No se conforma con una relación distante, pasiva o profesional con sus feligreses. Advierte que quiere sentir sus latidos en la noche, saber quiénes son, uno a uno... Alienta contactos epistolares que alberguen confesiones íntimas. Ellos responden a la llamada –¿cómo dejar de hacerlo?– y le mandan cartas que hablan de amistad "nacida al rescoldo mágico de una voz y unas canciones".
»El oficiante vuelve cada noche con la misión de unir en la esperanza y en el despertar de un nuevo día, para "hacer de la desdicha suerte y así poder caminar hasta el momento de la muerte...". Tanta comunión podría resultar empalagosa, pero las dotes indudablemente taumatúrgicas de este comunicador, en alianza con una selecta e inspirada elección musical, hacen inviables empalago y ridículo. Más bien constituye un oasis radiofónico donde podría estar naciendo una nueva secta: oídos sentimentales en espera de que "cualquier noche pueda salir el sol"».
Tras la lectura del artículo me quedé como en una nube. Ángel García Pintado, sin conocerme de nada, había captado a la perfección lo que yo deseaba y quería hacer en la radio. Sin saberlo, se convirtió en el máximo impulsor de los siete años de trabajo más hermosos y más importantes de «mi vida entre canciones», mis primeros siete años de radio. De 1985 a 1992.
Un día, no recuerdo muy bien la fecha exacta, la Cadena COPE se trasladó de su pequeña y entrañable emisora de Juan Bravo a una nueva sede de lujo situada en los bajos de la calle Alfonso XI número 4. ¡Qué casualidad! ¡Era el mismo edificio en el que viví recién llegado a Madrid, siendo responsable del Junior!
Fue entonces cuando la dirección de la cadena me propuso que pensara en un nuevo programa para los fines de semana (viernes y sábado) que durara dos horas. Se emitiría en directo de once de la noche a una de la madrugada.
Aquello significó para mí un nuevo reto de mucha responsabilidad y, a la vez, una tremenda satisfacción por haber encontrado al fin un amplio espacio radiofónico al que poder dar vida dedicado a la «canción de autor» a la que tanto respeto y amo.
Puse en marcha la imaginación y se me ocurrió crear un programa que se seguiría llamando Donde la palabra se hace música, al que cada semana acudiría un cantautor para hablar serenamente de su obra y en el que poder disfrutar sin prisas de sus canciones.
El proyecto fue aceptado y durante un tiempo me hice cargo de él en solitario hasta que un buen día tuve el placer y la enorme suerte de compartirlo con una periodista y gran profesional de la radio, Ana García Lozano. Amiga entrañable de la que guardo muchos y muy lindos recuerdos. Cuando Ana tuvo que dejar el programa decidí cambiarle de nombre y pasó a llamarse La isla del hombre libre.
Por Donde la palabra se hizo música y la Isla del hombre libre pasaron y nos dejaron sus canciones grandes compositores e intérpretes de la «canción de autor» y de la música popular. Entre ellos, Paco Ibáñez, Jaume Sisa, Alberto Cortez, Quico Pi de la Serra, Amaya Uranga, Imanol, Karlos Jiménez, Joan Isaac, Rogelio Bontanz, Marina Rossell, Rosa León, Manuel Gerena, Pablo Guerrero, Luis Pastor, Paco Ortega e Isabel Montero, Carlos Montero, Menese, Javier Krahe, Chicho Sánchez Ferlosio, Julia León, Elisa Serna, Eliseo Parra, Xabier Ribalta, Carlos Cano, Manuel Picón y Olga Manzano, Lluís Llach, León Gieco, Ángel Parra, Claudina y Alberto Gambino… e incluso una noche, a través de una conexión telefónica, el mismísimo Leonard Cohen.
Maravillosa experiencia que duró hasta 1992, cuando llegó por segunda vez (¡qué casualidad!) «Supergarcía» atrincherado por bemoles a «sus» fines de semana y, después de siete años de trabajo, me pusieron de patitas en la calle. Por supuesto, sin ningún tipo de derecho ni posibilidad de reclamación.
Hoy he recuperado algunos de aquellos programas y gracias a Ramón Moratalla hemos podido digitalizarlos y montarlos en formato vídeo. Pueden escucharse en la sección «Sol de noche» de mi blog Cantemos como quien respira.
Cinco años más tarde, siendo César Antonio Molina director del Círculo de Bellas Artes, recuperé durante un año el programa La isla del hombre libre en Radio Círculo de Madrid.
Más recientemente, como la radio sigue seduciéndome de forma irresistible, realicé en 2015 una corta colaboración con Isabel Gemio en el programa Te doy mi palabra de Onda Cero; corta porque, aunque fue ella la que me reclamó y ya nos conocíamos de antes, no debió gustarle lo que yo podía aportar al programa y, con su tono habitual, me hizo llegar a través de su productora la decisión de que ya no contaba conmigo para la siguiente temporada.
Ahora, mientras escribo, me siento absolutamente feliz colaborando con José Antonio García y todo su equipo en el programa Esto me suena. Las tardes del ciudadano García. Feliz por haber recuperado un espacio radiofónico dedicado a la «canción de autor», feliz por la libertad y la buena marcha que García y David Sierra me vienen regalando cada viernes, y feliz en particular porque, una vez más, compruebo, semana a semana, que hay una enorme cantidad de oyentes (o mejor «escuchantes») que reclaman la obra de nuestros cantautores y a los que les gusta tanto como a mí: los de antes y los más jóvenes. O sea, feliz porque tengo un nuevo argumento demoledor para poder contradecir a esos enterradores que se siguen empeñando en que esto de la «canción de autor» es decadente y aburrido y está de capa caída. Pues miren ustedes: ¡No! Aquí seguimos y aquí seguiremos «cantando como quien respira».
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DIEZ NUEVOS LATIDOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ.
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"MI VIDA ENTRE CANCIONES". Capitulo 26.
Escribo este capítulo en un momento en el que su principal protagonista, Luis Eduardo Aute, está recuperándose poquito a poco del infarto que sufrió hace unos meses. Es por esto que, antes de nada, quiero que vuele desde estas páginas un enorme y tierno abrazo para él. Y, prendido a este abrazo, mi agradecimiento por lo mucho y muy hermoso que, desde hace años, me vienen regalando sus canciones y su amistad.
La última vez que nos encontramos, relajados y con tiempo para charlar, fue con motivo de la grabación del quinto capítulo de la serie de televisión Y la palabra se hizo música que realicé para RTV/UNED. El capítulo titulado «Arte y canción». Lo grabamos en su estudio de pintura y al verle charlar con los técnicos, al escuchar la entrevista, observando el movimiento y la expresividad de sus manos en su rinconcito de trabajo, me reafirmé una vez más en que lo más bello que en este momento atesora Eduardo es la madurez; una madurez humana que se proyecta en toda su obra.
Me refiero a una madurez consciente y crítica; a la madurez entendida como sabiduría adquirida en el día a día del vivir cotidiano, con sus luces y sus sombras; a la madurez para percibir la realidad con serenidad y, a la vez, en profundidad; a la madurez que rearma y da vuelos de altura a su libertad; a la madurez que embellece, que depura y va dejando el rastro de la esencia y lo esencial; a la madurez que intensifica la urgencia de vivir apasionadamente lo que aún quede de camino; a la madurez, manifiesta en particular en su último disco El niño que miraba el mar, que le permite volver a las raíces de su identidad, encararse y pedirle cuentas al mismísimo Dios y, desde ahí, seguir creyendo y buscando luz en nuevos horizontes, seguir luchando por aquello que siempre ha creído… A fin de cuentas, la elocuente madurez que surge de su humildad y su sencillez.
A mí, la vida me ha hecho el regalo de poder sentirme cerca de Eduardo en todo su vuelo hacia esa noble y ejemplificadora madurez de la que muchos creadores actuales deberían aprender.
Nos conocimos a mediados de los setenta y desde entonces hemos compartido momentos y situaciones que han sido muy importantes en «mi vida entre canciones»; por ejemplo, poder haber escrito su biografía en 1987. Biografía que fue publicada, junto a dos LP's, por el Círculo de Lectores dentro de una serie de libro-discos titulados genéricamente Testimonios musicales.
La idea de esta biografía nació en la madrugada del 10 de octubre de 1986. Aute acababa de presentar su doble disco 20 canciones de amor y un poema desesperado en Madrid y, al terminar el concierto, a la salida, me presentó a uno de los directivos del Círculo de Lectores y me preguntó a bocajarro si estaba dispuesto y me apetecía escribir un libro sobre su trabajo. Un libro biográfico que publicaría el Círculo junto a una antología de sus mejores canciones.
Mi reacción inmediata ante aquella solicitud de Eduardo fue un sí rotundo. Recuerdo que me hizo tan feliz la propuesta que aquella misma madrugada la anuncié por la radio. Al día siguiente me puse a trabajar en el proyecto.
Me apeteció empezar seleccionando las canciones que podrían ir en los dos discos que acompañarían al libro a modo de antología básica. Nunca resulta fácil hacer una selección de una obra tan amplia como la suya en la que además casi todo te entusiasma. Aute en aquel momento ya había publicado trece LP's. Al final, después de pensarlo mucho, me quedé con 22 canciones (11+11).
Una vez realizada la selección, llamé a Eduardo y quedamos en su casa para revisarla. Le pareció correcta y aquella misma tarde tuvimos una larga primera sesión de trabajo para poder comenzar a redactar su biografía. Para mí iba a ser una experiencia inolvidable y hermosa porque supondría descubrir y sentir de primera mano la infancia, la adolescencia, la juventud y, en fin, la vida entera de un ser humano (compositor, poeta, pintor, cineasta y ¡qué se yo!) al que admiraba profundamente.
Fueron bastantes días de vernos, charlar, buscar y seleccionar fotografías, descubrir apuntes y dibujos casi olvidados en viejas carpetas; días de paseos y relajadas comidas en la Quinta de la Fuente del Berro; días de evocaciones compartidas; de escribir y conocernos un poquito más, de ir estrechando renovados lazos de amistad.
Finalmente, el libro se incluyó en una preciosa caja junto a los dos discos y se publicó en 1987. Lástima que al tratarse de una edición exclusiva para socios del Círculo de Lectores se agotó nada más anunciar su salida. Nunca se reeditó.
Aquella experiencia fue muy hermosa. Me permitió conocer y admirar muy a fondo la obra de Luis Eduardo Aute y dedicarle diez años después un «retrato íntimo» que en este momento me apetece compartir:
«Me encontré con él y con sus canciones en el tiempo en el que buscábamos, desesperadamente, "rosas en el mar" (“los pies desnudos, la voz al viento; las manos limpias, la sangre ardiendo”) y clamábamos al firmamento: "La verdad, ¿dónde estará la verdad?"...
»Lo recuerdo muy bien, fue para mí como "una llama que apartó tinieblas en los claroscuros de mis pensamientos"; incendió "la vida que fluye en las ramas del árbol que llevo en el cuerpo" y "resucitó mis músculos dormidos" (sed de sentimientos); me enseñó a escuchar "la débil voz y el inexorable latido que brota del hombre que nunca quiso ser máscara del hombre", y entré en su "templo encomendando mis espíritu al vientre consumado de mi bien amada".
»Enganchado a sus canciones, descubrí que la vida es "rito", "sarcófago" y "espuma"; que es "alma", "fuga" y "nudo"; ternura, deseo y desamor (“enamorarse o morir”); pasión y laberinto de tinieblas (“cuerpo a cuerpo”); "esfera del azar, fe de armonía"; "milagro de la luz en las pupilas”; querencia, alevosía y arrebato; "¡A vivir, que la vida no es medida ni porvenir!, que queda todo, todo, todo por sentir".
»Él se negó a "ser tiempo en el espacio" apuntalando un mar (promesa de libertad) que es como "un niño que canta sobre cuarenta prisiones" (“un niño que se despierta como una ola gigante; lleva en el puño una perla y un coral rojo en la sangre”); él aprendió del niño-Pablo los secretos de "Albanta", donde "el amor es la flor más perfecta que crece en el jardín"; y convencido radical de que "el fuego es el orden", emprendió su inexorable batalla "al alba, en pie de guerra y con un beso por fusil" (“habrá que hacer acopio de fusiles que disparen girasoles"; Van Gogh, desde su nube, está dispuesto a descargar "bombas de flores”).
»Alguien le dijo: "Mira, Eduardo, no te esfuerces, déjalo estar; ayer amores, hoy ni flores”; estuvo unos instantes con la vida arriada, perdido en laberintos de "quién soy yo y a dónde voy", pero pronto (irreversible militante de la belleza) recordó: "Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento”, y así, con su coherencia personal (esa coherencia solidaria, sensible y apasionada que nunca le abandona), aquí sigue: manteniendo su empeño de "combatir molinos" (“creyendo que la razón, sin el ensueño, produce desatinos”); huyendo de las prisas (“yo quiero amarte paso a paso, con pausas insumisas”); descaradamente sacrílego frente a la hipocresía y el poder (“sé bien que no es la mano del Rey Midas la que vendrá a salvar mi naufragado corazón”); y hermosamente inmoral contra la moral de los que persisten en el empeño de "acribillar latidos para que suenen relojes" (“aunque me expulsen de sus paraísos, no pienso doblegarme a sus avisos... ¡no quemarán mis alas!”).
»Alas trazadas en palabras que no cesan de danzar "siguiendo la singladura que un albatros le marcó"; alas en la desnudez y en la pasión de sus pinceles; alas en cada una de sus secuencias cuando penetra, enamorado y atrevido, en el lenguaje cinematográfico (últimamente en el lenguaje de la animación); alas de amigo entrañable al que es imposible dejar de querer.
»Necesito confesaros
antes de decir adiós
que mi voz quiere ser vuestra
como es mía vuestra voz
compartiendo sentimientos
de alegría y de dolor
todas las contradicciones
que padece la razón.
("Entre amigos”)».
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10 NUEVOS LATIDOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ
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MARIA DEL MAR BONET + JORDI BIANCIOTTO = «INTENSIDADES», O SEA, UN LIBRO PARA DISFRUTAR INTENSAMENTEN.
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Maria del Mar Bonet fotografiada por Juan Miguel Morales. |
El periodista y escritor catalán Jordi Bianciotto ha escrito y publicado un precioso y recomendable libro dedicado a la vida y la obra de Maria del Mar Bonet, sin duda, una de las más grandes compositoras y cantantes de las que podemos disfrutar en la actualidad "de Mallorca al mundo". El libro ha sido publicado en catalán y en castellano con fotografías de cubierta y contracubierta de Juan Miguel Morales Lopez.
En "INTENSIDADES"–título del libro– podemos disfrutar del intenso y apasionante recorrido realizado por Maria del Mar Bonet en sus 50 años –ya– de creación musical y de un derroche de sensibilidad sin fronteras. Maria del Mar es, sin duda, un referente cultural –poÉTICO, musical y humano– imprescindible. Para mi, personalmente, Maria del Mar es parte inseparable y esencial de "mi vida entre canciones".
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Fotografía de la cubierta de Juan Miguel Morales. |
Desde otra perspectiva este libro posee el valor de la personalidad y de la calidad observadora, sensible y narrativa de su autor: Jordi Bianciotto. Jordi en "Intensidades" logra algo que a mi personalmente me parece esencial –y nada fácil– en una obra biográfica: traspasar los umbrales del silencio de María del Mar–superando lo puramente anecdótico– para ofrecernos una visión robusta del bellísimo ser humano que ella atesora. En "Intensidades" la vida vivida por Maria del Mar, la realidad en la que esa vida ha ido siendo vivida, y su obra escrita y cantada, se hermanan y se funden ofreciéndonos un testimonio vital en el que merece la pena mirarse pa poder seguir "palante". En síntesis, un libro muy recomendable para el disfrute de los que admiramos y amamos la obra de Maria del Mar Bonet, y para alimentar y reforzar la fe y la esperanza de quienes creemos, y estamos convencidos, de que el futuro del mundo y de la humanidad se llama belleza, sensibilidad, solidaridad y ternura; cualidades que Maria del Mar derrocha a golpes de voz y de canto.
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"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 27.
A lo largo de los capítulos anteriores he planteado dos principios que considero esenciales en relación con la identidad de la «canción de autor».
El primero es que la «canción de autor» en su conjunto, al margen del significado literal de la expresión, nos ofrece la fotografía sonora del paisaje de un tiempo; paisaje sonoro en el que podemos percibir y sentir las huellas y los suspiros de los seres humanos que lo habitaron.
El segundo principio, relacionado con el anterior, es que cualquier persona que quiera investigar y conocer el paisaje real de nuestros últimos cincuenta años de historia, irremediablemente (yo al menos se lo recomiendo), necesita acudir a ella.
Retomo estos principios en este momento porque fueron las coordenadas sobre las que decidí trabajar en 1988 cuando el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, dirigido entonces por Manuel Chávez, me encargó que estudiara la posibilidad de «narrar con canciones» la historia de lo que fue y significó la emigración española durante la dictadura franquista y los primeros años de la transición.
Apasionante proyecto que se enmarcaba, como posibilidad, en un homenaje que el ministerio quería rendir a las personas de nuestro país que se habían visto obligadas a emigrar, y que se concretaría en la creación de una gran exposición itinerante llamada España fuera de España (150 años de la emigración española) que viajaría por varios países americanos y europeos.
Aquel proyecto fue uno de los retos más importantes a los me he enfrentado en «mi vida entre canciones», posiblemente al que le dediqué más horas de reflexión y de trabajo.
Enfrentarme a él conllevaba una enorme responsabilidad por dos motivos:
En primer lugar porque la experiencia (y en la mayoría de los casos, el desgarro) que supone la emigración es un tema de gran complejidad social y de una tremenda profundidad humana. Una experiencia en la que el sentimiento de la esperanza se entrecruza y se siente alterado por otros sentimientos contrarios como la indignación, el desarraigo, el dolor, la soledad, la nostalgia y, en particular, la rebeldía ante la profunda injusticia que siempre supone tener que abandonar el lugar donde vives (con todo lo tuyo y lo que amas) para buscarle nuevos horizontes, desconocidos, alejados e inciertos, a la vida.
Por otra parte, era consciente de que aquella posible historia o narración de la emigración con canciones que se me había solicitado, iba a llegar e iba a ser escuchada por muchos miles de personas, entre ellas, los miles de emigrantes de los más de treinta países de América y Europa por los que viajaría la exposición España fuera de España.
Asumida esta responsabilidad, empecé a pensar en el proyecto recurriendo a varias fuentes: a los cuatro programas de radio sobre la emigración que había realizado dos años antes en Radio Popular; a mi fonoteca, en la que tenía recogidas y actualizadas más de 150 canciones que hacían referencia al tema desde muy diversas perspectivas; y al tercer volumen de mi libro Veinte años de canción en España, en el que ya había publicado una primera aproximación al tema.
A partir de ahí realicé un posible índice o secuencia de capítulos que luego debería desarrollar (en este caso con canciones) para narrar o describir el fenómeno de la emigración de una forma global y lo más completa posible. Aquel índice fue el siguiente:
1. Circunstancias y causas motivadoras de la emigración.
2. La salida del emigrante hacia tierras extrañas.
3. El dolor de lo que se abandona.
4. La experiencia del emigrante alejado de su realidad.
5. La vuelta al país natal, no siempre hecha realidad.
El siguiente paso fue dedicar horas y horas a volver a escuchar todas y cada una de aquellas canciones e irlas clasificando con la referencia del índice anterior.
Realizando la escucha de las canciones me reencontré con una que, de repente, produjo un cambio de rumbo respecto al desarrollo musical del proyecto tal y como me lo había planteado. Fue la canción «Emigrante»de Pablo Guerrero, que concluye con estos versos: «Pero bueno, dejémonos de melancolías / y si no hay vino, con cerveza brindamos / y porque lo pediste, solo por eso / una canción de Manolo Escobar tarareamos».
La referencia que hace Pablo Guerrero a Manolo Escobar me hizo pensar en las verdaderas canciones que los emigrantes escucharían y cantarían lejos de España cuando, por ejemplo, se reunieran para compartir sus ratos de ocio y su añoranza. Puede ser que escuchasen y cantasen alguna de las canciones que yo tenía recogidas en mi base de datos; pero seguro que habría muchas más de las que yo no había valorado y seleccionado como «canción de autor», verdaderos suspiros y latidos (paisaje sonoro de un tiempo) de buena parte de aquellos emigrantes.
Y me vinieron a la memoria coplas como «Suspiros de España», interpretada por Lolita Sevilla; «Adiós a España», cantada por Antonio Molina; «En tierra extraña», de Penella y Concha Piquer; o «El emigrante» y «De polizón», de Juanito Valderrama. Localicé las canciones, las escuché e, inmerso en aquel contexto, me emocionaron. A partir de ahí, tomé la decisión de incorporarlas al proyecto y seguir investigando el universo de la copla; lo que significó para mí una apertura a un sentido mucho más amplio y diversificado del concepto de «canción de autor».
Realizada la investigación y una vez que pude comprobar que el proyecto era viable, le propuse al Ministerio del Trabajo (concretamente a la Dirección General del Instituto Español de Emigración, dirigida en aquel momento por Raimundo Aragón), la edición de una caja con tres LP's, o tres casetes, con treinta canciones y su correspondiente libreto:
PRIMER DISCO
Cara A
1 - «Suspiros de España»
(Juan Antonio Álvarez Cantos / Antonio Álvarez Alonso)
Canta: Lolita Sevilla
2 - «Emigrante del Sur»
(Manuel Maireles / G. Callado)
Canta: Ecos de las Marismas
3 - «Cantigas da emigración»
(Miro Casabella)
Canta: Miro Casabella
4 - «Malagueñas de la emigración»
(Julián Gómez / L. Revelo)
Canta: Los Chincanayros
5 - «Samba emigrantear»
(Gorka Knörr)
Canta: Gorka Knörr
Cara B
1 -«Vengo a cantar mis pesares»
(Francisco Moreno Galván / José Menese)
Canta: José Menese
2 - «Ya nun tien quien'l cante»
(Víctor Manuel San José)
Canta: Víctor Manuel
3 - «Todos repiten lo mismo»
(José Antonio Labordeta)
Canta: José Antonio Labordeta
4 -«Mi maleta de madera»
(Agustín Pérez Bellas / Sergio Aschero)
Canta: Los Juglares
5 - «Adiós a España»
(Ramón Perelló / Daniel Montorio)
Canta: Antonio Molina
6 - «Adiós ríos, adiós fontes»
(Rosalía de Castro)
Canta: Amancio Prada
SEGUNDO DISCO
Cara A
1 - «Viva la grasia»
(Carlos Cano)
Canta: Carlos Cano
2 -«Gazte gaztetatikan» («Adiós al País Vasco»)
(Iparraguirre / Antton Valverde)
Canta: Antton Valverde
3 - «L’emigrant»
(Jacint Verdaguer / Amadeu Vives)
Canta: Shalom
4 -«El emigrante»
(Juan Valderrama / Manuel Serrapí / Manuel Pitto)
Canta: Juanito Valderrama
Cara B
1 -«Malagueñas de Luciano»
(Elfidio Alonso)
Canta: Los Sabandeños
2 -«El Salustiano»
(Carlos Cano)
Canta: Carlos Cano
3 -«Emigrante»
(Pablo Guerrero)
Canta: Pablo Guerrero
4 - «En tierra extraña»
(Manuel Penella)
Canta: Concha Piquer
5 - «El abuelo»
(Alberto Cortez)
Canta: Alberto Cortez
TERCER DISCO
Cara A
1 - «Napolitana»
(Libero Bobio / Francesco Bongiovanni / Lluís Pascual)
Canta: Marina Rossell
2 - «Moi lonxe» («Muy lejos»)
(Celso Emilio Ferreiro / Suso Vaamonde)
Canta: Suso Vaamonde
3 - «Los jornaleros se van»
(Carlos Cano)
Canta: Carlos Cano
4 -«Pueblo blanco»
(Joan Manuel Serrat)
Canta: Joan Manuel Serrat
5 - «Carta de casa»
(José Antonio Labordeta)
Canta: José Antonio Labordeta
Cara B
1 - «Laio do vello emigrante» («Lamento del viejo emigrante»)
(Xosé Neira Vilas / Xerardo Moscoso
Canta: Xerardo Moscoso
2 - «Los emigrantes»
(José Luis Cantero / E. Gómez)
Canta: El Fari
3 - «Muller» («Mujer»)
(María Docampo / Xosé Luis Rivas Cruz)
Canta: Fuxan os ventos
4 - «Crónica del regreso»
(José Antonio Labordeta)
Canta: José Antonio Labordeta
5 - «Regresaremos»
(Juan José Oria / Pablo Herrero / José Luis Armentero)
Canta: Jarcha
El proyecto fue aprobado y se publicó con el título genérico de Canciones de ida y vuelta. Antología de canciones de la emigración. Preciosa edición, ilustrada por Rafael Alberti, a la que a los tres discos, o casetes, se adjuntaron un libreto con las letras de las canciones y una colección de postales y diapositivas con imágenes históricas relacionadas con la experiencia y el drama de la emigración.
Fue una edición limitada y no comercializada. Viajó con la exposición por América y Europa y se obsequió a los departamentos de cultura y a los responsables de los diferentes medios de comunicación de los países visitados.
La exposición España fuera de España (150 años de la emigración española) se inauguró en Madrid en el Centro Cultural de la Villa y pudo ser visitada del 14 de octubre al 13 de noviembre de 1988.
Por su parte, presentamos la antologíaCanciones de Ida y Vuelta en la Sociedad General de Autores el 11 de noviembre de 1988. Preciosa, entrañable e inolvidable presentación en la que, entre otros creadores e intérpretes, participaron Juanito Valderrama, Dolores Abril, José Menese, Elfidio Alonso, Antonio Molina, Lolita Sevilla, El Fari, Luis Cobos, Marina Rossell, Carlos Cano y Pablo Guerrero.
En aquel acto tuve el grandísimo honor de conocer en persona a Antonio Molina, Dolores Abril, Lolita Sevilla y Juanito Valderrama; personas absolutamente maravillosas con las que a partir de aquel día mantuve una linda relación.
Aquellos tres discos tuvieron tal éxito que, en diciembre de 1990, con la exposición España fuera de Españaaún viajando por América, el Ministerio del Trabajo me planteó la posibilidad de publicar otros dos LP's con algunas de las canciones que se habían quedado fuera de la antología. Por supuesto, la propuesta me pareció interesante y necesaria y editamos una nueva caja con otros dos discos y veintidós canciones más. El texto con el que el Ministerio introducía la nueva edición fue el siguiente:
«El interés alcanzado con el primer volumen de la Antología de canciones de la emigración ha obligado al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a continuar el camino emprendido con la imprescindible colaboración de Fernando González Lucini, antólogo inigualable, que permite ofrecer otras veintidós grandes canciones españolas de "ida y vuelta" donde un selecto grupo de intérpretes aportan un importante trozo de la historia viva de la emigración española».
Las veintidós canciones del segundo volumen de Canciones de ida y vuelta son las siguientes:
PRIMER DISCO
Cara A
1 - «El emigrante» (Instrumental)
(Juan Valderrama / Manuel Serrapí / Manuel Pitto)
Piano: Felipe Campuzano
2 - «Cantar de bercé pro víspera de emigrar»
(Benedicto)
Canta: Benedicto
3 - «Adiós Canarias querida»
(Néstor Álamo)
Canta: Taburiente
4 - «Carretera de Asturias»
(Carlos Castellano Gómez / Salvador Guerero Reyes)
Canta: Antoñita Moreno
5 - «Maitechu mía»
(Francisco Alonso)
Canta: Mocedades con Plácido Domingo
Cara B
1 - «Malagueñas margariteña y canaria»
(Manuel González / Popular)
Canta: Mestisay
2 - «El tren ha partido»
(Manolo Díaz)
Canta: Manolo Díaz
3 - «A l'estació de França»
(Joan Isaac)
Canta: Joan Isaac
4 - «Y los demás se fueron»
(Pablo Guerrero)
Canta: Pablo Guerrero
5 - «Romance del desterrado»
(Emilio Prados)
Canta: Paco Ibáñez
6 - «La contraviesa»
(Carlos Cano)
Canta: Carlos Cano
SEGUNDO DISCO
Cara A
1 -«Brazos pra seitura»
(Fuxan os ventos)
Canta: Fuxan os ventos
2 - «Hablando con Pepa»
(Benito Moreno)
Canta: Benito Moreno
3 - «Hannover 20-4-70»
(Jei Noguerol)
Canta: Jei Noguerol
4 - «Carta a l'exilio»
(Albert García / Kristos Leontis)
Canta: Maria del Mar Bonet
5 -«Hara nun diran…!»
(Iparraguirre)
Canta: Imanol
6 - «De polizón»
(Molina / Serrapi / Escolies)
Canta: Juanito Valderrama
Cara B
1 - «A ver los barcos venir»
(Carlos Cano)
Canta: Carlos Cano
2 -«La maleta»
(Pedro Lezcano / Rogelio Botanz)
Canta: Taller Canario de Canción
3 - «Madre tierra Andalucía»
(Felipe Campuzano)
Cantan: Los Rocieros
4 - «Para qué sirvió»
(José Antonio Labordeta)
Canta: José Antonio Labordeta
5 - «De polizón» (Instrumental)
(Molina / Serrapi / Escolies)
Piano: Felipe Campuzano
Desde que publiqué los cinco discos deCanciones de ida y vueltahe venido reclamando se reedición por considerar que se trata de un documento histórico de grandísimo valor cultural. No lo he conseguido. De todas formas, como dice el refrán popular, «Nunca es tarde si la dicha es buena».
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MIGUEL HERNÁNDEZ: PRIMERAS GRABACIONES (1967-1975).
Inmerso en la apasionante tarea de redactar el libro "MIGUEL HERNÁNDEZ. ...Y SU PALABRA SE HIZO MÚSICA" deseo ir anticipando algunas informaciones que se recogerán en él y que considero importantes.
Hoy por ejemplo, tras la redacción del capítulo que se titulará "SILENCIOS ROTOS. PRIMERAS GRABACIONES (1967-1975)", comparto el listado –ilustrado– de los 42 discos grabados en los años de la dictadura franquista en loa que se recogen y pueden escucharse "poemas cantados" de Miguel Hernández.
¡Es impresionante!...
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"BENITO MORENO": PINTURA, REALISMO MÁGICO Y SENSIBILIDAD.
Ayer incorporé a la WEB "CANCIÓN CON TODOS" la entrada musical y discográfica del gran compositor y cantautor sevillano BENITO MORENO. Este es el enlace:
Hoy aquí DONDE CANTAMOS COMO QUIEN RESPIRA deseo rendirle un homenaje a su obra plástica. Bellísima y mágica obra, que no requiere ningún comentario: Desborda sensibilidad y habla por sí sola.
¡PASEN, CONTEMPLEN Y DISFRUTEN!
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"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 28.
Aunque sea brevemente y de forma muy sintética, no puedo dejar de recordar unos años de mi vida, entre 1989 y 2001, en que me dediqué plenamente a la pedagogía aunque, por supuesto, sin arrinconar mi amor, a veces hasta un poco sádico, por la «canción de autor».
Trabajando en el colegio Aula Nueva, no sé ni cómo ni por qué, sufrí una rotura de menisco. El accidente coincidió con una larga huelga de la seguridad social que fue retrasando semana a semana la intervención quirúrgica que necesitaba con urgencia. Al final, como la baja por enfermedad se alargaba (ya habían pasado dos meses) y la lesión iba empeorando, no me quedó más remedio que ingeniármelas para operarme por lo privado. Felizmente, la intervención fue un éxito, pero el traumatólogo me aconsejó que durante un tiempo, además de hacer la imprescindible rehabilitación diaria, dejara la enseñanza, porque no era muy recomendable que pasara tantas horas de pie.
En aquellas circunstancias, por casualidad, una amiga que estaba trabajando como responsable de publicaciones en la Editorial Alhambra, decidió dejar el puesto y me propuso que la sustituyera. Me entrevisté con Eric Ruiz, que en aquel momento era el presidente de la editorial, y a los pocos días dejé el colegio y empece a trabajar en Alhambra como director editorial. Lo que decidí no abandonar fueron mis clases en la Escuela de Magisterio; continué con la optativa «Música, canción y pedagogía» en el turno de tarde.
Justo cuando empecé a trabajar en la Editorial Alhambra se acababa de aprobar la LOGSE (Ley de Ordenación General del Sistema Educativo); una ley que planteaba la implantación de una «reforma educativa» que, en aquel momento, valoré muy positivamente.
De aquella Reforma Educativa lo más necesario e innovador, y lo que más me interesó, fue su dimensión ética. En concreto, el reto que planteaba sobre la imprescindible necesidad de afrontar una educación sistemática en los grandes valores democráticos, considerados como contenidos transversales en todas las áreas del aprendizaje y para todos los niveles educativos.
Me interesó tanto que, a partir de 1989, diseñé y lancé desde la editorial un gran proyecto educativo para apoyar la puesta en marcha y el desarrollo de la Reforma. Por aquellas mismas fechas, Alhambra fue comprada por el Grupo Longman, que respaldó en todo momento mi trabajo.
Dentro de aquel proyecto lancé diversos materiales dedicados a la formación del profesorado. Entre ellos, la revista Cuadernos de la reforma y una colección de pequeños manuales prácticos a los que llamé Documentos para la reforma. Curiosamente, uno de aquellos manuales, el titulado Educación en valores y diseño curricular, ha sido mi libro de mayor tirada; llegamos a imprimir más de cuarenta mil ejemplares.
Simultáneamente, coordiné el método y el material didáctico Chispa de Educación Infantil, de la autora Manuela Toro, magnífica maestra granadina. Método al que incorporé cinco casetes con canciones infantiles, la mayoría populares, arregladas e interpretadas por Francisco Curto.
A Francisco Curto le había descubierto y conocido en los años setenta a través de tres magníficos discos que grabó en París: Poema del Mio Cid (1971), La guerra civil española (1973) y Miguel Hernández (1974). A partir de ahí, entablamos una buena amistad y, nada más pensar en la grabación de aquellas canciones infantiles, le propuse que lo hiciera él. El resultado fue de una calidad sorprendente. Paco logró darle un tono auténticamente popular a las más de ciento veinte canciones que grabó.
A su vez, junto a un formidable equipo de colaboradores, puse en marcha un proyecto de Educación Primaria y Secundaria al que llamé Albanta que fue apadrinado por Luis Eduardo Aute. Se trataba de un proyecto que se identificaba plenamente con lo que decía la letra de aquella canción. En Albanta nos planteamos como objetivo prioritario la posible creación de un mundo nuevo y de una nueva realidad en la que, como dice Aute, «amar sea la flor más perfecta que crezca en nuestro jardín». Por aquel proyecto recibimos el Premio Emilia Pardo Bazán del Ministerio de Educación.
También en Alambra-Longman, y de vuelta con las canciones, tuve el inmenso placer de trabajar con Manuel Picón y Olga Manzano en otro proyecto pedagógico radicalmente innovador al que titulamos Canciones y jueguercicios de ortografía y expresión escrita.
Un buen día me llamó Manuel Picón por teléfono y me contó algo en lo que venía trabajando junto con Olga, por si me parecía interesante publicarlo. Al día siguiente, quedamos en la editorial y su propuesta me entusiasmó. Consistía en un método para enseñar las normas de ortografía y los recursos básicos de la expresión escrita a través de canciones.
En lo que Manuel me presentó, por una parte se fundían la canción y la pedagogía, que como ya sabréis es una de mis obsesiones irrenunciables; y, por otra, tenía mucho que ver con lo que decía don Miguel de Unamuno: «El pueblo necesita que le canten mucho más que el que le enseñen», y con un principio didáctico muy tradicional, pero prácticamente olvidado, el de motivar la enseñanza de los niños cantando, o sea, «deleitando».
El proyecto me pareció apasionante y lo llevamos a cabo. Se componía de dos casetes con diez canciones cada uno, acompañados de unos cuadernos en los que se trabajaba la norma ortográfica o el tema de expresión escrita que se abordaba en cada canción.
Fue una experiencia inolvidable. Acompañé a Olga y a Manuel en la promoción del proyecto y la verdad es que, aunque no fue un gran éxito comercial, nos lo pasamos muy bien y vivimos momentos verdaderamente geniales, como el día en que Joaquín Prat y Alejo García se pusieron a bailar en sus programas de radio y comentaron en directo que aprender así, por ejemplo, lo que es una palabra esdrújula, ¡merecía la pena!
Con la Reforma Educativa a cuestas y con aventuras locas como la de Olga y Manuel, trabajé en Alambra-Longman hasta 1992, año en que tomé la decisión de dejar la empresa para volar durante un tiempo en libertad.
En aquel momento estaba naciendo en mi corazón y en mi cabeza un nuevo proyecto educativo al que llamé Alauda, centrado exclusivamente en la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y la Democracia. Un proyecto en el que pude contar con el apoyo y la colaboración de amigos insustituibles como Victoria Camps, Adela Cortina, José Antonio Pérez Tapia, Juan Delval, Juan Carlos Tedesco y Javier Lucini, mi hijo, que publicó un precioso libro prologado por Victoria Camps, titulado El cine en el universo de la Ética.
Cuando Alauda empezaba a ser una realidad y un sueño posible, recibí una llamada de Antonio Basanta, director general del Grupo Anaya, para ofrecerme su apoyo y el de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, para darle al proyecto un mayor impulso. Me ofreció la posibilidad de transformarlo en un Programa de Cooperación Iberoamérica. La idea me pareció entusiasmante y, sin dudarlo, me integré en Anaya y nos pusimos a ello.
A aquel programa lo llamé Aprender a vivir y tuve la gran oportunidad y la enorme dicha de poder lanzarlo y trabajar en él por casi toda Latinoamérica: Argentina, Uruguay, Perú, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Venezuela, Puerto Rico, y prácticamente toda Centroamérica. Viajé por todos esos países durante un año y me enamoré «hasta las cachas» de todos y cada uno de ellos. Año intenso y muy feliz del que podría escribir otro libro y bien gordo.
Y la «canción de autor», ¡¿cómo no?!, también estuvo presente en aquel momento de mi vida. Decidí que Aprender a vivir tuviera una especie de himno, una canción que pudiera servir de punto de encuentro para todos los niños y adolescentes que se acercaran al proyecto. Y enseguida pensé que nadie podría componerla mejor que Bernardo Fuster y Luis Mendo, del grupo Suburbano. Hablé con ellos y se pusieron a crearla de inmediato. Una vez compuesta, la grabamos en un CD (se publicó en 1995) y la presentamos en un precioso concierto celebrado en el salón de actos de la Editorial Anaya. El texto de la canción es el siguiente:
«Quisiera que supieras
que aún es posible lo que nunca sucedió;
si en tu mirada no hay fronteras
¿por qué las vamos a poner
entre tú y yo?
Quisiera que naciera
un arco iris solidario entre los dos,
recuperar la primavera
y llenar las sombras del silencio
con tu voz.
Si aún soñamos con volar
es que vamos a volar
por más que el tiempo se nos llene
día a día de fronteras.
¡Aprender a vivir!
¡Aprender a vivir!
Quisiera que quisieras
dejar que hable esta noche el corazón
para que el miedo quede afuera
cuando se une el sentimiento y la razón.
Quisiera que supieras
que no estás solo, que yo voy donde tú vas,
que la esperanza es del que espera,
que a fin de cuentas lo importante
está en amar».
Un año antes, los días 19, 20 y 21 de mayo de 1994, la «canción de autor» también estuvo vinculada al proyecto Alauda y a Aprender a vivir en la clausura de un Congreso de Educación en Valores que también se celebró en el salón de actos de Anaya, en Madrid, con un concierto al que asistieron más de trescientos profesores.
Organicé aquel concierto, que en realidad fue más bien una gran fiesta, con el nombre de Cantemos como quien respira en homenaje a Gabriel Celaya. Participaron José Antonio Labordeta, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Marina Rossell, Luis Eduardo Aute, Pedro Guerra, Olga Manzano y Manuel Picón, Andrés Molina y Javier Álvarez, invitado muy especial que no esperábamos (llegó con Pedro y con Andrés) y al que prácticamente no conocíamos, que fue la gran novedad y la gran sorpresa y revelación de la noche.
No quiero extenderme más en aquellos años de mi vida dedicados principalmente a la pedagogía (que, como se habrá podido comprobar, también fueron parte de «mi vida entre canciones»). Sí que me gustaría, sin embargo, hacer mención de dos libros que publiqué en esos años y que tienen un especial significado para mí. Me refiero a Sueño luego existo. Reflexiones para una pedagogía de la esperanza y Crónica cantada de los silencios rotos. Voces y canciones de autor 1963-1997. A ellos voy a dedicarles los dos siguientes capítulos.
↧
PEP LLADÓ. UNA AUTOBIOGRAFÍA REALMENTE HERMOSA Y ESPERANZADORA.
Normalmente, cuando me propongo realizar en la web "CANCIÓN CON TODOS" la entrada de un cantautor o cantautora, suelo dirigirme a él, o a ella, para pedirles que me manden una "autobiografía con alma", es decir, que sea algo más que una fría enumeración de datos y que refleje, de alguna forma, la magia y el misterio de su gesto creador.
Hace unos días conocí personalmente en Barcelona a PEP LLADÓ. Tras ese encuentro he realizado una relajada inmersión en su universo musical y poético, y ha conseguido atraparme. Inmediatamente le he propuse entrar a formar parte, con su obra, en "CANCIÓN CON TODOS", y le pedí que me mandara su "autobiografía".
A los pocos días me mandó el texto que le había solicitado y, al leerlo, e incorporarlo en la web, consiguió emocionarme. Ya es sabido que para mí la "el despertar de la emoción" es el pórtico de lo que realmente valoro y me interesa. La autobiografía que PEP LLADÓ me ha mandado es realmente un texto muy hermoso y tremendamente esperanzador.
Es por ello, que aparte de incorporar ese texto en la web "CANCIÓN CON TODOS", me ha parecido muy importante reproducirlo también aquí, en mi blog, donde seguimos cantando como quien respira y donde su presencia va a ser imprescindible.
«Nací –escribe PEP LLADÓ– y he vivido siempre en El Maresme, una comarca cercana a Barcelona, una estrecha franja de tierra entre las montañas de la Serralada Litoral y el mar. Las montañas del Maresme son más bien bajas y redondas, surcadas de plácidos senderos entre pinos y encinas. Las playas son de arena blanca, largas y tranquilas. Es una naturaleza amable que invita a ser habitada… casi siempre. Sucede que, muy de vez en cuando, es como si despertara un dragón dormido y los vientos se vuelven huracanados, los pequeños riachuelos, torrentes desbordados y el mar ruge tan fuerte como el Atlántico más embravecido en la Costa da Morte.
Hace unos días conocí personalmente en Barcelona a PEP LLADÓ. Tras ese encuentro he realizado una relajada inmersión en su universo musical y poético, y ha conseguido atraparme. Inmediatamente le he propuse entrar a formar parte, con su obra, en "CANCIÓN CON TODOS", y le pedí que me mandara su "autobiografía".
A los pocos días me mandó el texto que le había solicitado y, al leerlo, e incorporarlo en la web, consiguió emocionarme. Ya es sabido que para mí la "el despertar de la emoción" es el pórtico de lo que realmente valoro y me interesa. La autobiografía que PEP LLADÓ me ha mandado es realmente un texto muy hermoso y tremendamente esperanzador.
Es por ello, que aparte de incorporar ese texto en la web "CANCIÓN CON TODOS", me ha parecido muy importante reproducirlo también aquí, en mi blog, donde seguimos cantando como quien respira y donde su presencia va a ser imprescindible.
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PEP LLADÓ. |
«Nací –escribe PEP LLADÓ– y he vivido siempre en El Maresme, una comarca cercana a Barcelona, una estrecha franja de tierra entre las montañas de la Serralada Litoral y el mar. Las montañas del Maresme son más bien bajas y redondas, surcadas de plácidos senderos entre pinos y encinas. Las playas son de arena blanca, largas y tranquilas. Es una naturaleza amable que invita a ser habitada… casi siempre. Sucede que, muy de vez en cuando, es como si despertara un dragón dormido y los vientos se vuelven huracanados, los pequeños riachuelos, torrentes desbordados y el mar ruge tan fuerte como el Atlántico más embravecido en la Costa da Morte.
»Antes de empezar este pequeño relato de mi trayectoria vinculada a las canciones, quizás deba contar que la historia de mi vida e incluso mi carácter, tienen mucho que ver con la naturaleza de esta tierra donde vivo.
»Nací en Argentona el 14 de septiembre de 1961. Soy el mayor de seis hermanos. La música llego a mi vida, de manera intensa, en la adolescencia pero la poesía la llevo impregnada desde mi nacimiento. Mi padre ha escrito siempre poesía. Le recuerdo recitando sus poemas a mi madre y sobre todo, recuerdo levantarme de la cama a hurtadillas, cuando todos dormían y ver a mi padre sentado en la mesa del comedor, frente a un papel y bolígrafo en mano, con la mirada perdida como esperando que llegara de quien sabe dónde la rima que andaba buscando. A veces me descubro en ese mismo gesto y siento un agradecimiento emocionado.
»Como he dicho, la música llegó más tarde, con un piano de pared que trajo a casa mi tío. Creo que llego en el momento perfecto, justo cuando necesitaba con ansias un canal en el que fluyeran mis inquietudes de adolescente inadaptado. Y así vinieron las tardes escuchando vinilos con los amigos, los primeros grupos, el conservatorio y poco a poco me fui viendo a mí mismo como a un músico.
»Me siento afortunado de haber podido hacer de mi pasión el trabajo con el que he podido sustentar a mi familia. Solo por eso ya estoy inmensamente agradecido al destino, pero hay mucho más. Muy pronto me di cuenta de que componer canciones, incluso cuando estas respondían a encargos de terceros, pedía de mí que se abrieran esas puertas mágicas que conducen a nuestro universo interior. El acto de componer nos lleva siempre a mirar hacia adentro y escuchar nuestra alma, a buscar en los rincones escondidos de nuestra memoria y nuestros sentimientos. Esa es la única manera de conseguir el milagro de que aparezca una canción donde antes solo había silencio y un papel en blanco. Así, sin darme cuenta, sucedió que, componer canciones, además de ser mi oficio, se convirtió en la forma con la que yo me he ido explicando a mí mismo lo que me iba sucediendo a lo largo de mi vida.
»Con un poco de oficio y mucha implicación, me gané el pan felizmente durante muchos años ejerciendo de compositor, pianista y productor discográfico, hasta que a finales del año 2008 mi vida dio un vuelco inesperado. Loli, la que fue durante más de treinta años mi amada compañera, murió de forma repentina dejándome sumido en un mar de tristeza. Antes he hablado de los terribles temporales que a veces asolan las tierras apacibles del Maresme. Este fue el más terrible de todos ellos. Ya no era capaz de abrir esas puertas mágicas de las que antes hablaba, ya no podía viajar por los paisajes de mi mundo interior, ni tan siquiera podía enfrentarme al silencio y a la soledad sin que me inundara la tristeza más profunda y pensé que jamás podría volver a componer porqué jamás podría volver al lugar interior donde nacen las canciones.
»Sin embargo, tuve la suerte de tener a mi lado personas muy amadas que me hicieron ver que la vida me había proporcionado una herramienta poderosísima para afrontar mí duelo y esta herramienta eran los propios resortes que uno usa cuando compone. Gracias a estas personas, un día pude juntar el valor necesario para afrontar la empresa de componer las canciones más bellas que pudieran salir de mi corazón para hablar de Loli, del dolor atronador de su ausencia y de la promesa de la alegría que un día habría de ser capaz de sentir por la vida vivida a su lado. Acompañado por mis amigos, todos ellos músicos de gran talento, zarpé hacia el viaje interior más importante de mi vida: “Andar Contigo”.
»Durante más de un año estuve componiendo en soledad las canciones de este álbum. Ya no se trataba de cumplir con ningún encargo profesional, ni tan siquiera un impulso meramente artístico, se trataba de una guerra entre el dolor y la poesía en la que me estaba jugando la vida. Si el dolor vencía a la poesía, esta dejaría de tener sentido para siempre y sin poesía, la misma vida se convertía en algo sin sentido. Si, por el contrario, la poesía era capaz de vencer al dolor, se abría un camino de esperanza. Cada verso en las canciones de“Andar Contigo”, cada melodía, fueron pequeños pasos que me permitieron avanzar en este camino y si hoy estoy aquí escribiendo estas palabras es porqué venció la poesía y gracias a ella, pude aceptar y encauzar el gran dolor que me causaba la pérdida de mi amada Loli.
»"Andar Contigo" es un trabajo excepcional en todos los sentidos que cambió mi forma de relacionarme con la música. Quizás debido a eso, en los proyectos que le sucedieron, sentí un impulso que jamás había sentido con anterioridad, el de cantar yo mismo las canciones que componía. Quizás porqué el compromiso entre mis canciones y yo se había hecho más estrecho, quizás porque depositar mis canciones en la voz de otro cantante ahora se me antojaba un acto de cobardía, a mis cincuenta y tantos me hice, sin remedio, cantautor.»
↧
ALBERTO CORTEZ Y FERNANDO LOBO. FELIZ ENCUENTRO ENTRE DISTINTAS GENERACIONES Y COMUNES SENSIBILIDADES.
Hace un ratillo mi buen amigo FERNANDO LOBO me mandaba este correo: «Anoche fui a escuchar a ALBERTO CORTEZ al teatro Falla de Cádiz. Fue un concierto muy emocionante. Me acordé mucho de ti y me puse a escribir.»
Seguidamente Fernando me copiaba el texto poético que había escrito. Es un hermoso texto con el que me siento totalmente identificado. Hace pocos días que yo estuve en el concierto de Alberto en el Teatro Apolo de Madrid y mis percepciones, latidos y sentimientos fueron los mismos.
¡Cuánto me ha emocionado y qué feliz me hace a mí este encuentro de Alberto Cortez con Fernando Lobo. Dos generaciones distintas de "canción de autor", dos cantautores verdaderamente auténticos y dos sensibilidades fundidas y hermanadas. ¡Grande Alberto y grande Fernando!.
Inmediatamente lo pensé y ahora lo hago feliz: Compartir el texto de Fernando, mi tocayo, y agradecerle su amistad y su sensibilidad...¡Así es nuestro ALBERTO!
A ALBERTO CORTEZ
con 78 años
Aferrándote a cada nota,
como un náufrago al salvavidas.
Luchando
por cada brizna
de aire.
Crooner y poeta
desafiando al olvido,
sustituyendo la fuerza
por la sabiduría.
Bordando el fraseo
con primor
contra el tiempo,
sufriendo cada final
sin perder la sonrisa,
respirando aplausos
suspiros y emociones.
Titán de la ternura
con la voz arrugada,
mito sentado
con la dignidad intacta.
Corazón fatigado
mecido por el piano,
desgarrando el aire
con cada verdad.
Plantando cara a los años,
con la mirada joven,
exprimiendo el alma,
la música y el verso.
Cantando,
como si fuera la última vez
(que es
la única manera
de cantar).
↧
"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 29.
1996 publiqué un libro titulado Sueño, luego existo. Reflexiones para una educación en la esperanzaque nació una mañana en la habitación de un hotel de Barcelona. En principio tenía pensado llamarlo Técnicas y recursos para la educación en los valores, pero una pequeña e inesperada experiencia, vivida en un centro comercial, me hizo cambiar de idea. Fue una experiencia tan inesperada y sorprendente para mí que, cuando me puse a escribirlo con nuevo título y contenido, decidí dedicar el primer capítulo a contar lo que ocurrió y viví aquella mañana.
![]() |
Cubiertas de la primera y segunda edición del libro "SUEÑO LUEGO EXISTO" |
Hoy, pasados más de veinte años, ya con el libro definitivamente agotado, me apetece compartir un resumen de aquel primer capítulo. Fue una experiencia que difícilmente olvidaré y en la que, una vez más, intervino una canción como protagonista:
«Son las once de la noche. Me encuentro en la habitación de un hotel. Mañana no tengo ningún compromiso hasta la tarde y decido que, nada más levantarme, me quedaré en la habitación para iniciar el manuscrito de mi nuevo libro.
»[…] Suena el despertador, me ducho, desayuno y me dispongo a ordenar la mesa de la habitación del hotel sobre la que enseguida me pondré a escribir. Saco mi lápiz y me doy cuenta de que no tengo libreta. Uno tiene sus costumbres o sus manías particulares, y a mí me gusta estrenar libreta cada vez que me dispongo a escribir un nuevo libro; soy de esas personas a las que una libreta nueva y un lápiz, con mina del 0'5, les resultan imprescindibles para empezar a crear.
»Decido salir a la rambla para comprarme una libreta. Entro en una tienda, de esas en las que se vende de casi todo, y busco lo que necesito; una vez que lo encuentro, me dirijo a la caja, pago su importe y el dependiente, muy amable, introduce mi pequeña adquisición en una gran bolsa de un atractivo e intenso color rojo. Pienso que es mucha bolsa para tan poca libreta, pero no le doy mayor importancia.
»Ya en la calle, me llama la atención un gran texto que viene impreso en la bolsa que llevo en la mano: un texto que hasta ese momento me había pasado inadvertido. Me paro y lo leo lleno de curiosidad. "COMPRO, LUEGO EXISTO".
»¡Es alucinante! Mira por dónde, resulta que, como consecuencia de la necesidad que he sentido esta mañana de comprarme una libreta, acabo de tener la oportunidad de redescubrir y de tomar conciencia de que "existo"; un gran razonamiento y, por lo visto, una rotunda conclusión a la que he podido llegar, de forma inesperada y por sorpresa, gracias a eso a lo que hoy llamamos publicidad y sociedad de consumo.
»[…] Sigo caminando en dirección al hotel y, de vez en cuando, al pasar por un escaparate o por algún espejo, me miro y me contemplo con mi bolsa roja en la mano: "Compro, luego existo”. De repente, siento como si Descartes me acompañara en la imaginación y en el pensamiento; ¿quién le iba a decir a él que, prácticamente ya en el siglo XXI, su famosa frase iba a pasearse, airosa y manipulada, por una avenida? "Ya ves, amigo Descartes, parece que en la actualidad lo del pensar para existir no está de moda ni interesa demasiado; hoy por hoy "comprar" es lo más importante".
»Ya en el hotel, antes de sentarme a escribir, hojeo el periódico. Mi mirada se detiene ante un gran titular de una noticia tomada de un informe de la Fundación Foessa: "El 20% de los españoles vive en la pobreza".
»Siento que la noticia me despierta un sentimiento de preocupación y de desgarro; un sentimiento diferente del que habitualmente me provocan informaciones como esta, y sin poder evitarlo dirijo de nuevo mi mirada hacia la bolsa roja que descansa en un rincón de la habitación: "Compro, luego existo".
»De repente, al volver a contemplarla, surge precipitada en mi sensibilidad la necesidad de coger un lápiz y de escribir algo en la primera página de mi nueva libreta:
»"Si el veinte por ciento de los españoles se encuentra bajo el umbral de la pobreza, esto quiere decir que prácticamente no pueden comprar; si no pueden comprar es que no existen; luego la cosa está clara: a pesar de lo que dice hoy el periódico, los pobres no existen. Conclusión: ¡Tranquilo Fernando!, ¡pasa la página!, ¡no hay por qué preocuparse! Déjate de silogismos y de tonterías y aprovecha el tiempo: ponte a escribir el nuevo libro".
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Dibujo de FEDERICO DELICADO |
»¡De tranquilo, nada!, me digo a mí mismo; y mi preocupación, transformada cada vez más en indignación, se acrecienta.
»¡No! Yo no estoy dispuesto a que se produzca en mi interior aquello que Vicente Molina Foix comentaba en uno de sus artículos: "La capacidad de condolencia del ser humano es limitada, como todos nuestros resortes ante el gran dolor, y llegados a un punto de costumbre en las desgracias, cedemos a la tentación de pasar la página".
»A mí me resulta cada vez más difícil acostumbrarme o refugiarme en la indiferencia ante el sufrimiento y el dolor.
»[…] Llegado a este punto de mis reflexiones, se me acrecientan las ganas y la necesidad de ponerme a escribir, pero me doy cuenta de que lo inesperadamente vivido en esta mañana me está llevando a replantearme el contenido de lo que en principio había pensado que podría ser este libro. No puedo, ni debo, desarrollar un libro sobre "técnicas y recursos para la educación en los valores" descontextualizado de la realidad en que esos valores tienen que ser descubiertos, vividos e interiorizados.
»[…] El tiempo pasa demasiado deprisa. Miro el reloj y me doy cuenta de que pronto serán las doce. Parece evidente que poco es lo que voy a escribir esta mañana. Decido relajarme. Me levanto, cojo el pequeño aparato de música que siempre me acompaña cuando salgo de viaje […] y busco una de las canciones que suelen acompañarme cuando me encuentro lejos de casa. Es una bella y apasionada canción de Lluís Llach que con frecuencia me sirve de antídoto en los momentos en que me tienta la oscuridad o me acorralan el desaliento y la impotencia. ¡Necesito volver a escucharla!
»Suena contundente la voz de Lluís. Cierro los ojos y escucho:
"Somniem.
Sí inevitablement, el somni d'avui com possibilitat del demà [...]
Per això, que ningú no s'avergonyeixi de dir,
que ningú no s'avergonyeixi de cridar:
somniem, si, constantment, somniem sense límits en els somnis,
somniem fins l'inimaginable.
Somniem sempre,
i ho esperem tot, hem après l'art d'esperar, aquest art d'esperar
en nits interminables d'impotència; sabem esperar i ho esperem tot, tot…"
(«Somniem». Lluís Llach.)
»Miro el reloj: ya son casi las dos. Mi nueva libreta permanece sobre la mesa, casi intacta. Decido salir a comer y dejar para mañana, si no pasa nada, el momento de empezar a escribir, definitivamente, el libro que con tantas ganas pretendía empezar hoy.
»Me dispongo a salir de la habitación y, mientras me dirijo a la puerta, no puedo evitar volver a encontrarme con la bolsa provocadora; la miro y, por un momento, parece como si me sonriera con una especie de gesto agradecido, tal vez porque en algún momento temiese que, dada mi indignación, pudiera golpearla o destruirla; a veces, las cosas, cuando convives con ellas y llegan a formar parte de tu espacio más íntimo, parece que tienen alma.
»Entonces, un poco conmovido por su imaginado gesto, vuelvo a mi mesa, arranco una hoja de la libreta y, con un rotulador, imitando el tipo y el tamaño de letra del "Compro, luego existo", escribo una frase; una frase que en este momento sintetiza y expresa mis verdaderas e irrenunciables convicciones y mis sentimientos más profundos. Tomo una barra de pegamento y, rescatando la bolsa de su rincón, pego mi frase sobre ella: "SUEÑO, LUEGO EXISTO".
»Intuyo que la bolsa vuelve a sonreírme, ahora contenta y agradecida; se nota que le gusta su traje nuevo, y yo, al mirarla, esta vez feliz y satisfecho, tomo la decisión de retrasar mi almuerzo para hacer algo que me apetece mucho y que, aunque soy consciente de que tan solo es un pequeño gesto, en este momento, para mí es muy importante.
»Cojo cuidadosamente la bolsa y salgo con ella a la calle; mis pasos me llevan directamente hacia la puerta de la tienda en la que, a primera hora de la mañana, compré la libreta; durante un buen rato me dedico a pasear por la acera para suscitar la atención sobre todo de los transeúntes que, como yo, llevan una bolsa de aquella tienda en la mano; las reacciones de la gente son extraordinarias; hay quien me mira con cara de extrañeza, hay quien me sonríe, quien pasa de largo creyendo que estoy "chalao" y quienes, al comparar su bolsa con la mía, me regalan un sencillo gesto de complicidad. ¡Ha merecido la pena la experiencia!
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MIGUEL HERNÁNDEZ. GRABACIONES EN LOS INICIOS DE LA TRANSICIÓN (1976 - 1978)
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RETRATO ÍNTIMO DE MARÍA DOLORES PRADERA
Hoy recordando a MARÍA DOLORES PRADERA, que se nos ha ido, deseo compartir en este rinconcillo un "retrato íntimo" que le escribí en 1998, y que está publicado en mi libro "Crónica cantada de los silencios rotos. Voces y canciones de autor 1963-1997" (Alianza Editorial).
Ella es de esas pocas artistas –cantante– que ha sabido romper todas las fronteras y tender todos los puentes necesarios para crear una auténtica canción popular al margen de cualquier tipo de encasillamiento...; hace años en una cena con Carlos Cano decidimos nombrarla "cantautora de honor", y en este momento, renuevo y me reafirmo en aquel nombramiento.
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Caricatura de María Dolores Pradera creada por Alfredo González para el libro "Crónica cantada de los silencios rotos" de Fernando González Lucini . |
«Al iniciar este retrato he de confesar que me traicionan mi emoción y mi sensibilidad puestas en pie indomables y aplaudiendo; aplaudiendo, a todo rabiar y sin cansarme, no a una voz, ni siquiera a una voz que borda canciones –"que las esculpe", como diceVázquez Montalbán–; aplaudiendo a un ser humano hermosa y profundamente bello, a una mujer extraordinariamente artista, a una amiga exquisitamente delicada: aplaudiendo a María Dolores Pradera; "aplausos abrazos" y ¡oles!, "aplausos ¡gracias!", "aplausos viento mensajero" para decirle sencillamente que su canto y, en su canto, todo su ser son canto y ser de "coloma blanca"; paloma blanca como una sonrisa, paloma que canta canciones de lluvia fértil y a la que hasta los geranios y las clavellinas saludan al pasar.
»Es ésta una posición personal, no subjetiva, sino objetivamente prendada de su arte y de su personalidad; objetividad que se afianza en mí al saberla compartida, no ya con un pueblo, el nuestro –en su sentido más amplio, más diverso y más plural–, sino con los pueblos hermanos de Latinoamérica, en los que ella es tan querida y tan admirada como las mismísimas Chabuca o Violeta.
» una serie de circunstancias profesionales vengo viajando, con frecuencia por el continente hermano, y es escalofriante escuchar allí los piropos que aquellos pueblos, y sus gentes más sencillas, le dedican a María Dolores, y es que María Dolores tiene vocación de puente: puente que une, que comunica, que rompe barreras, que hermana, que sabe ser camino de ida y vuelta; puente peatonal, de adoquines antiguos e inmortales, por el que puedes circular de orilla a orilla, sin semáforos, sin atascos, sin contaminaciones y sin más ruidos que los de las pisadas, las risas, la palabras amables o los suspiros.
»Ella es puente de sensibilidades entre la canción latinoamericana y la que nace en nuestro país; ella es también puente de coherencias –respetables y respetadas– entre lo que se dio en llamar "la canción" y "el otro cantar" –entre lo que, a partir de los años sesenta, se encasilló genéricamente como la "canción ligera" y la que hacían los"cantautores"–; tan puente ha sido, en esa perspectiva, que ella precisamente, María Dolores, con su voz, con su arte, y con su sensibilidad, ha sabido deshacer cualquier tipo de encasillamiento...; hay buenas y malas canciones; canciones de calidad y"chabacanerías musicales de oropel" –bondad y calidad que, como en toda obra artística, siempre vienen dadas por los ámbitos de belleza, de sensibilidad, de honestidad y de honradez que pueden transmitirse a través del gesto creador y comunicativo–.
»Del corazón y de la voz de María Dolores Pradera no pueden salir más que canciones de calidad: tradicionales, de Carlos Cano, de Parera Fons, de Maria del Mar Bonet, de León y Quiroga, de Chabuca, de Atahualpa, de Pablo Guerrero, deMatamoros, de Amancio Prada. de "Ferrusquilla", de Joaquín Sabina, de Simón Díaz, de Serrat, o de quien sea... ¡qué mas da!...; ella selecciona su repertorio con unos criterios tan seria y responsablemente artísticos, y con una sensibilidad tan extremadamente exquisita, que es muy difícil que pueda equivocarse...; es más, resulta tan intensa y tan nítida su calidad que, en muchos casos, dada la autenticidad y la delicadeza de su cantar, supera con creces, a la de los autores que interpretan sus propias creaciones.
»Y tras todo esto, aún uno puede preguntarse: ¿Qué tiene esta mujer a la que tanto, y durante tanto tiempo, se admira y se respeta? La respuesta para mí es evidente; intentaré reflejarla con las palabras que reflejan tres colores:
»El "rojo" de la fuerza de su voz, de la pasión de sus sentimientos, de su amor por la libertad y de su permanente actitud de lucha por mantenerse viva en su coherencia y en su cantar. El "verde" de su esperanza, de sus vivacidad contagiosa, de su refinada elegancia, de la frescura de su voz y de su mirada. Y el "blanco" limpio de su alegría; alegría siempre mantenida, pese a los palos que le ha podido dar la vida; blanca sonrisa; blanca y dina ironía..., amistad blanca que aplauden ahora mis manos entusiasmadas, uniéndose al compás de mi emoción y de mi sensibilidad... Roja, verde y blanca, así es, María Dolores, como te tengo y como te quiero».
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"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 30.
A mediados de 1997, trabajando en Anaya en el proyecto Aprender a vivir, viajé varios días a Buenos Aires para coordinar su lanzamiento en Argentina con el Grupo Editorial Aique; equipo de grandes profesionales con los que entablé una muy linda amistad.
Uno de aquellos días, paseando por la Avenida de Santa Fe, me encontré en el escaparate de una librería con un llamativo libro de tapa dura con una atractiva cubierta repleta de reproducciones de carátulas de vinilos. El libro lo había publicado Alianza Editorial ese mismo año y yo no lo conocía. Se titulaba ¡Solo para fans! La música ye-yé y pop española de los sesenta y estaba escrito por Gerardo Irles. Me llamó tanto la atención que entré en la librería y, por supuesto, me lo compré.
Durante los días que permanecí en Buenos Aires aquel libro se convirtió en mi libro de cabecera. Recuerdo que terminé de leerlo en el avión volviendo para Madrid.
El encuentro y la lectura de aquel libro, como seguidamente contaré, fue para mí una total e inesperada provocación. Yo, como consecuencia de mi trabajo en el ámbito de la educación, llevaba una temporada bastante retirado del mundillo de la «canción de autor», aunque en nada había disminuido mi amor por ella (me encanta reconocer que la amo) y mi admiración hacia la mayor parte de sus creadores.
En principio pensé que aquella lectura me resultaría relajada y divertida, sobre todo porque parecía que iba a centrarse en lo ye-yé y lo pop en la España en los años sesenta, realidad musical que había conocido y vivido en directo, aunque nunca me interesó demasiado. Lo malo fue cuando me di cuenta de que en medio de aquella trama argumental, casi llegando al final del libro, aparecía un capítulo titulado «La canción protesta y el folk». Para empezar, lo de «canción protesta» nunca me ha gustado, lo considero un reduccionismo utilizado frecuentemente con intenciones no demasiado claras. Pero lo peor vino cuando empecé a leer el capítulo y me di cuenta de que no me sentía de acuerdo e identificado con casi nada de lo que en él se contaba.
Deseo dejar claro que con mi apreciación anterior en ningún momento quiero decir que el autor del libro ¡Solo para fans! estuviera equivocado. Aquel era su punto de vista y si pensaba así estaba en todo su derecho de expresarlo. Soy consciente de que sobre los cantautores hay bastantes personas que piensan igual y, por mi parte, hago todo lo posible por respetarlas. Pero eso no impide que al mismo tiempo manifieste con toda libertad mi desacuerdo con algunos de los comentarios que leí en aquellos atardeceres de Buenos Aires:
«El cantautor reunía una serie de variables idiosincrásicas como construir la canción a partir del "yo" en vez del corazón. Pero cuando este "yo" se arraigaba en una tierra, en una cultura o en una lengua, entonces surgía un espécimen distinto». Lo del «corazón» no está nada claro y lo de «espécimen» no me gusta. Y sigue escribiendo: «Entonces se decía que eran canciones con "mensaje", como significando que, al igual que un telegrama, no podían hablar más claro ni con más detalle. Porque hasta entonces los mensajes únicamente se enviaban por Correos».
O refiriéndose al folk: «A la canción urbana identificada con el pop comercial, la canción folk oponía la supremacía moral de la vida campestre. Era una especie de inmanentismo, por el cual la sombra de un pino, por ser un pino y no el toldo de una terraza de cafetería, serenaba el alma y dotaba al durmiente de una belleza celestial. Pero en el agro existen también fronteras, entre lindes de proletarios y entre aduanas provinciales. Cuando el "yo" bucólico del cantor empezaba a distinguir entre los árboles y los pájaros de su comarca y los de la vecina, entonces brotaba el cantor regionalista. El campo era también geografía política».
Insisto, como ya he afirmado en capítulos anteriores, en que no soy un crítico. Soy un comentarista apasionado y, como tal, comento que el capítulo sobre la «Canción protesta y el folk» de aquel libro no me gustó. Lo encontré superficial e incompleto y, sinceramente, creo que no venía a cuento.
Pero es que, además, la lectura me suscitó unas ganas tremendas de volver a España y hablar con el director de Alianza Editorial, que en aquel momento era Víctor Freixanes, para sugerirle, o mejor, pedirle, que me publicara un libro que sentía la urgencia de escribir para recuperar, desde mi punto de vista y mi experiencia, la historia y la gran aportación que supuso aquella canción llamada «protesta» (odio este término) y el folk.
A Víctor Freixanes le encantó el proyecto y tuve todo el apoyo de Alianza para publicar mi Crónica cantada de los silencios rotos. Voces y canciones de autor 1963-1997. Por cierto, me alegró mucho que, aproximadamente al año y medio de publicarlo, el director de cine Moncho Armendáriz hiciera una película a la que tituló, precisamente, Silencio roto.
Volver a escribir sobre la «canción de autor» fue un trabajo apasionante y el resultado fue una crónica de la que hoy sigo sintiéndome muy satisfecho. El libro incluyó un pliego con una colección de portadas de discos clasificadas en tres grupos: «Canción del exilio», «Canción y dictadura» y «Nueva canción y arte contemporáneo», así como un apartado al que titulé «Retratos íntimos», ilustrado con caricaturas de Alfredo González, retratos literarios dedicados a Luis Eduardo Aute, Rogelio Botanz, Carlos Cano, Pedro Manuel Guerra, Pablo Guerrero, Paco Ibáñez, Imanol, Mikel Laboa, José Antonio Labordeta, Lluís Llach, José Menese, Luis Pastor, Manuel Picón y Olga Manzano, Amancio Prada, María Dolores Pradera, Raimon, Xavier Ribalta, Silvio Rodríguez, Marina Rossell, Joaquín Sabina, Chicho Sánchez Ferlosio, Elisa Serna, Joan Manuel Serrat, Jaume Sisa, Suburbano y Víctor Manuel. Por supuesto, aunque sin tapa dura, en la cubierta y en la contra, diseñadas por mi buen amigo Vicente Serrano, aparecen dos fotografías de un montón de carátulas de vinilos tomadas por José Saborit.
De este libro guardo en concreto el recuerdo de una experiencia que fue muy importante y muy esperanzadora. Hacía tiempo, prácticamente durante los diez últimos años, que, aunque seguía escuchando a algunos cantautores de siempre y de la nueva generación, no había hecho un seguimiento sistemático de su evolución y renovación. Hecho que, de alguna forma, me limitaba a la hora de extender mi crónica cantada hasta 1997. Por eso, una vez terminado el libro, cuando pensé que ya estaba listo para ser publicado, sentí la necesidad de hacer un parón y retrasar unas semanas su entrega.
Durante aquel parón me compré muchos discos, entre ellos los dos CD's Cantautores. La nueva generación, editados por Fonomusic en 1997 y 1998, escuché cientos de canciones nuevas que no conocía y, a raíz de eso, nació un epílogo cuyo título le robé a Silvio Rodríguez: «Te convido a creerme cuando digo futuro». Lo escribí pensando en todos aquellos jóvenes cantautores que acababa de descubrir. Entre ellos, y seguro que me olvido de algunos, Ismael Serrano, Alfonso del Valle, Carlos Chaouen, Joaquín Calderón, Antonio de Pinto, Tontxu, Andrés Sudón, Inma Serrano, Paco Bello, Javier Álvarez, Agustín Ramos, Antonio Rei, César Rodríguez, Lola Sandoval, Luis Felipe Barrio, Matías Ávalos, Máximo García Benítez (que editaba un magnífico boletín informativo titulado Músicas para el fin del mundo), Quique González, Rafa Mora, Juan Trova, Merche Corisco, Moncho Otero, Rosana, Jorge Drexler, Carlos Colino Segio Sleiman, Rubén Buren, Fede Comín, Elena Bugedo, Carlos de Abuin, Pedro Herrero, Paco Sanz, Niña Pastori, Fania, Ana Benegas, Manolo Tena, Miguel Dantart, Pedro Guerra, Andrés Molina y Rogelio Botanz (tras disolverse el grupo Taller Canario). Y muchos más que iría descubriendo años después y que venían a demostrar, una vez más, que la «canción de autor» estaba viva y era un «espécimen» (como diría aquel) lleno de vitalidad y esperanza.
La primera presentación de Crónica cantada de los silencios rotos la hicimos en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, el 26 de febrero de 1998. Una gran fiesta-concierto en la que intervinieron más de 35 cantautores e intérpretes entre los que en este momento deseo recordar especialmente a Chicho Sánchez Ferlosio, Hilario Camacho, Carlos Montero, Indio Juan, Quintín Cabrera, Imanol y José Menese que hoy, lamentablemente, están ausentes.
Con motivo de la presentación del libro inauguramos el mismo día la exposición Arte y canción en la Sala Juana Mordó del Círculo, que pudo visitarse del 26 de febrero al 15 de abril. Fue la primera exposición que monté, le sucederían muchas más. Aquella ofrecía un testimonio vivo de la estrecha relación que la «canción de autor» tuvo desde sus inicios con el arte contemporáneo. Se expusieron obras originales de Dalí, Antonio Saura, Genovés, Guinovart, Manuel Monpó, Manolo Millares, Mariscal, Modest Cuixart, Joan Miró, Tapies, Joan Vila-Grau, El Cubri, Iván Zulueta, Francisco Moreno Galbán, Zumeta, Eduardo Úrculo, Luis Eduardo Aute, Benito Moreno, Octavio Colis, Manuel Boix, Hernández Pijuán, Enrique Ortiz Alonso, Rafael Alberti y Ortega; obras que fueron creadas y utilizadas para ilustrar carátulas de LP's publicados en los años sesenta, setenta y ochenta.
Tras la presentación en Madrid de Crónica cantada de los silencios rotos, hicimos otras cuatro de las que guardo un muy entrañable recuerdo.
Presentamos el libro en Granada, organizado por la Consejería de Cultura, el 22 de abril de 1998, en la Cuadra Dorada de la Casa de los Tiros, con la intervención de Juan de Loxa, José Antonio Pérez Tapia y Enrique Moratalla que, en aquel momento, era el Delegado Provincial de Cultura. Aquella presentación fue para mí de enorme importancia porque, como se verá en el capítulo siguiente, supuso el origen de una vuelta al Sur urgente e imprescindible.
Recuerdo también la presentación del libro en la Ermita de San Miguel de La Laguna, el 6 de mayo, con la participación de Elfidio Alonso, Luis Morera (del grupo Taburiente), Rogelio Botanz, Cali Fernández, Alberto Cañete, Inés Gutiérrez, Marisa y Pepe Paco; o la que hicimos en el Café Levante de Cádiz, el 28 de mayo, apadrinada por Juan Luis Pineda y Nacho Campillo.
Tampoco olvidaré nunca el día que me llamó el cantautor Paco Enlaluna desde Cataluña para decirme que había comprado el libro, que estaba entusiasmado y que le gustaría hacer una presentación en La Vaquería de Tarragona. Por supuesto, le dije que sí y para allá que nos fuimos. La presentación estuvo a cargo de Joan Isaac y el periodista Miquel Roso. Después actuaron Paco Enlaluna, Rubén Aguilar, Albert Jordà, Olga (La Jungla) y José Ángel Hernández, miembro de Mediodía 15. Fue una noche maravillosa.
De Crónica Cantada de los Silencios Rotos se publicaron numerosas críticas, comentarios y reseñas, De todas ellas me voy a permitir recordar y reproducir una que fue quizá la que más me emocionó, sobre todo viniendo de Trini de León Sotelo, periodista y alma de la, en aquel momento, extraordinaria sección de cultura del periódico ABC:
«He aquí un libro hecho con amor, aunque el sentimiento merece llamarse pasión. Nadie crea que nace del pasado con el fin de que impere la melancolía. No. Lucini mira el ayer para retomar emociones válidas para quienes las sientan y para quienes deseen saber de ellas. El tiempo se explica más y mejor a través de sus canciones porque en aquellos versos estaba la vida. [...] El lenguaje de este libro es el del alma que vibraba al mismo compás en muchos españoles. Es hermoso escucharlo».
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CRÓNICA DE UN CONCIERTO ESPERANZADOR DE "EL CABRERO".
Llevo varios día repitiéndome insistentemente, con Miguel Hernández, aquello de "¡DEJADME LA ESPERANZA!". La causa de ese sentimiento y de ese deseo viene motivada porque estoy harto y cansado de ese vicio nacional de la "envidia" y de la "prepotencia"–insostenibles– con el que tenemos la lamentable costumbre de apagar cualquier LUZ que empieza a nacer sin darle prácticamente la posibilidad de que PRENDA.
Inmerso en este pensamiento acudí anoche al concierto que nos ofreció EL CABRERO en Madrid. Nada más sentarme en mi butaca el escenario del teatro se inundó de una LUZ mágica e intimista. (Mi pequeña cámara supo captarlo en una de la imagen que encabeza este cuelgue.)
Pocos minutos después salió EL CABRERO con un austeridad impresionante... Le acompañaba su guitarrista Manuel Herrera... Y aquella LUZ escénica se hizo "carne" y en muy pocos segundos nos inundó por dentro.
Allí estaba EL CABRERO sobrio, coherente, inalterable, jondo, hermoso, bellísimamente humilde...«una astilla de tierra que vuelve hacia su antigua raíz mineral»... Allí estaba el nutriente de esperanza que esta necesitando... Aplausos, latidos, emociones, sentimientos rebeldes y la LUZ PRENDIENDO... Fuego y llamarada por dentro.
Nada más terminado el concierto, una señora que estaba a mi derecha le comentó a su compañero: «¡Hermosa noche con duende!»... Al escucharla repentinamente me vino a la memoria algo que dijo un viejo maestro guitarrista: «El duende no está en la garganta, el duende sube por dentro, desde la planta de los pies»... Y es cierto, anoche viendo, sintiendo y escuchando a EL CABRERO pudimos comprobar aquello que decía Lorca: «El duende no es cuestión de facultad, sino de sangre... Hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre»... El cante de EL CABRERO nace de la sangre, de la misma entraña de su corazón; son latidos de vida y de rebeldía, es amor a borbotones.
Anoche EL CABRERO supo azuzar mi ESPERANZA y hoy prende inalterable. Y también prendieron mi esperanza los abrazos que pude darles a dos amigos del alma: Carmen BP y Joaquín (Culturas Indómitas Joakim); fue Joaquín quien me ha regalado la segunda fotografía que adjunto a esta crónica. Por cierto no pude ver a Elena Bermudez, apasionada alma de EL CABRERO, pero estuvo conmigo y yo con ella.
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Fotografia de "Culturas Indómitas Joakim". |
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MIGUEL HERNÁNDEZ. GRABACIONES ENTRE 1979 A 2008.
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"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 31.
«Vuelvo al sur
como se vuelve siempre al amor.
Vuelvo al sur
como un destino del corazón […]
Quiero al sur,
su buena gente, su dignidad.
Siento el sur
como tu cuerpo en la intimidad.
¡Te quiero sur!»
Como dice el tango, con esa misma actitud, «volví al sur» en abril de 1998, para presentar en Granada el libro Crónica cantada de los silencios rotos.
Aquella vuelta al sur fue para mí especialmente emocionante porque suponía presentar el libro justo donde se había desarrollado uno de los episodios más importantes y trascendentales de la música y la historia de Andalucía a finales de los años setenta: el nacimiento del colectivo Manifiesto Canción del Sur, impulsado por el poeta granadino Juan de Loxa.
Un colectivo sureño de jóvenes ilusionados y rebeldes que, cada vez más incómodamente inmersos en el provincialismo represivo y conformista de los años sesenta, decidieron darle aire y vuelo a la pasión por la vida y la libertad que corría por sus venas, o sea, que, como canta Aute, se negaron a seguir siendo «un verbo sin sangre», y lo hicieron cantando (y de nuevo la imprescindible referencia a Celaya) ¡como quien respira!
Ellos fueron, en primer lugar, Juan de Loxa, y con él, Carlos Cano, Antonio Mata, Esteban Valdivieso, Antonio Fernández Ferrer (Nande Ferrer), Miguel Ángel González, Ángel Luis Luque, Enrique Moratalla, Juan Titos, José María Agüí, Raúl Alcover y Aurora Moreno, entre otros. Sin olvidar, por supuesto, a Elodia Campra, que siempre estuvo ahí, junto a todos ellos, aportando su voz, sus sentimientos, sus conocimientos y su sensibilidad.
«Volví al sur» y «volví a Granada» (¡salud, amigo Miguel!) y, en aquella ocasión, antes de llegar, no podía ni imaginarme que precisamente allí, en aquellos días, se iba a abrir el pórtico de uno de los episodios más hermosos de «mi vida entre canciones».
La presentación del libro Crónica cantada de los silencios rotos se celebró el 22 de abril de 1998 en la Cuadra Dorada de la Casa de los Tiros, con la intervención de José Antonio Pérez Tapias (profesor de filosofía de la Universidad de Granada), Juan de Loxa y Enrique Moratalla, que fue uno de los componentes de Manifiesto y que en aquel momento desempeñaba el cargo de Delegado Provincial de Cultura.
En primer lugar tomó la palabra Enrique Moratalla, al que hasta ese momento no conocía en persona. En su doble condición de anfitrión y protagonista del libro, tuvo una breve intervención que fue, al menos para mí, sorprendente e inesperada:
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José Antonio Pérez Tapia, Fernando G. Lucini, Enrique Moratalla y Juan de Loxa. |
«Valoro la intención de este libro porque pienso que es importante, como en él se intenta, reconstruir la historia de Manifiesto Canción del Sur tal y como realmente fue, es decir, poniendo las cosas en su sitio, para que así cada uno de los que fueron sus protagonistas ocupe su lugar, el que en justicia le corresponda. La historia no puede ni debe falsearse.
»Y digo esto porque yo creo, y lo afirmo, que, hasta ahora, sobre Manifiesto Canción del Sur y sobre lo que ocurrió en Andalucía con los cantautores durante la transición, se ha escrito una historia que es parcial, falsa e injusta; y lo digo también porque, con motivo de la edición de este libro, considero que ha llegado el momento en que se escriba la historia verdadera, la justa; una historia donde realmente cada uno asuma su responsabilidad y ocupe el puesto que le corresponde.
»Ése es el motivo por el que doy la bienvenida a esta Crónica de los silencios rotos, porque en ella su autor viene a poner, en parte, las cosas en su sitio».
Aquellas palabras, dirigidas en general a todas las personas que asistieron a la presentación del libro, a mí me llegaron, como autor, muy especialmente. Con ellas, pensé, Enrique le daba la bienvenida al libro, pero a la vez dejaba entrever o «entresentir» que, en lo que se refiere a Manifiesto Canción del Sur, aunque me había aproximado a su verdadera historia, lo había hecho de forma incompleta. Era evidente que, desde su punto de vista, había algo importante que faltaba en aquella «crónica cantada», algo que yo desconocía en aquel momento y cuya presencia reclamaba para que la historia de Manifiesto Canción del Sur fuera realmente justa y verdadera.
He de decir que el comentario formulado aquel día por Enrique Moratalla lo sentí como una provocación positiva y estimulante.
Era evidente que, por las circunstancias que fueran, la información que yo tenía sobre la historia de Manifiesto y que había plasmado en mi «crónica cantada», aunque era real, a Moratalla le había resultado incompleta. Y, en consecuencia, también era evidente que yo tenía el deber de seguir investigando para rescatar aquella historia del olvido.
A la salida de la presentación improvisamos una cena en la que, por supuesto, vino Juan de Loxa, fundador y máximo conocedor del colectivo Manifiesto Canción del Sur. Me senté a su lado y, al comentar lo que acabábamos de vivir en la Casa de los Tiros, le pedí con machacona insistencia que me ayudara a reconstruir y a escribir la historia de Manifiesto de la forma más completa posible.
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Juan de Loxa y Fernando G. Lucini. |
A Juan la idea le atrajo, le pareció necesaria, y al final de la cena, antes de despedirnos, acordamos emprender juntos aquel proyecto.
Fue un reto que tuve presente durante cuatro años, pero no pude emprenderlo hasta el año 2002, tras abandonar el Grupo Anaya.
Recuerdo que un buen día me llamó por teléfono Juan de Loxa para comunicarme que había decidido donar su archivo sonoro sobre Manifiesto Canción del Sur al Centro de Documentación Musical de Andalucía (en aquel momento dirigido por Esteban Valdivieso) y que me iban a hacer llegar una copia del mismo para que pudiera empezar a escribir el libro del que habíamos hablado cuatro años atrás.
Conforme me fue llegando y pude ir escuchando la documentación sonora del archivo de Juan de Loxa (básicamente integrado por los cientos de programas de radio dirigidos por el propio Juan en Radio Popular de Granada entre 1968 y 1976), me fui dando cuenta de que allí se reflejaba una parte importante, para mí desconocida y sorprendente, de la auténtica y objetiva historia de Manifiesto Canción del Sur.
Fueron muchas horas de audición convertidas en una aventura apasionante, completada con nuevos viajes al sur para entrevistarme con Juan en su casa-mágica-museo de Plaza Nueva, y con todos los componentes del colectivo que pude, en particular con Esteban Valdivieso.
Trabajar con Esteban fue una auténtica maravilla. Fue trabajar con una persona dotada de una enorme sabiduría musical, una tremenda sensibilidad y una pasión desmedida por la poesía y la «canción de autor». Magnífico compositor, muy buen guitarrista, gran intérprete y poseedor de una larga experiencia profesional de años siendo profesor de música en Educación Primaria y Secundaria. Además de todo eso, fue uno de los más importantes y a la vez más humildes (o sea, grandes), componentes de Manifiesto, un verdadero conocedor de su historia vivida desde dentro.
Siempre pensé en el acierto político que supuso darle a un hombre como Esteban la dirección del Centro de Documentación Musical de Andalucía. Fui testigo, y doy fe, de que en los años en que trabajó en el Centro consiguió engrandecerlo cultural y musicalmente e inyectarle mucha calidad. Lástima que por circunstancias de «recolocación política», que, por supuesto, rechazo y no comparto, decidieron relegarle de aquella responsabilidad. Esteban volvió a retomar su actividad docente pero para entonces, y en buena medida gracias a él, ya habíamos logrado que el proyecto que teníamos entre manos se realizara.
El resultado de todo aquel trabajo (verdadera investigación) fue la redacción de un libro al que titulé Manifiesto Canción del Sur. De la memoria contra el olvido, al que pude incorporar tres CD's con canciones inéditas de Carlos Cano, Antonio Mata y otros componentes del colectivo; material rescatado del archivo sonoro de Juan de Loxa.
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Esteban Valdivieso. |
El resultado de todo aquel trabajo (verdadera investigación) fue la redacción de un libro al que titulé Manifiesto Canción del Sur. De la memoria contra el olvido, al que pude incorporar tres CD's con canciones inéditas de Carlos Cano, Antonio Mata y otros componentes del colectivo; material rescatado del archivo sonoro de Juan de Loxa.
Una vez terminada la escritura del libro y la selección de canciones, concertamos una reunión con Francisco Galindo, director en aquel momento de la Fundación de Autor, y se decidió que la obra la coeditaría la Junta de Andalucía y la Fundación Autor con la colaboración de la Obra Social de Caja Granada. El libro se publicó y lo presentamos oficialmente en Madrid, Granada y Jaén en el año 2004.
Lamentablemente, después de la publicación del libro, murieron Esteban Valdivieso en 2008 y Antonio Mata en 2014. Pérdidas muy dolorosas de dos grandes creadores y amigos muy queridos.
Durante el tiempo que estuve investigando y escribiendo sobre Manifiesto Canción del Sur, tuve la sorpresa, la suerte y el placer de encontrarme en el camino con un grandísimo fotógrafo que también ha sido, y es, presencia importante en «mi vida entre canciones». Me refiero a Juan Miguel Morales López.
Recuerdo que un día, trabajando sobre Manifiesto con Enrique Moratalla, me regaló un libro editado por el Centro Andaluz de la Fotografía en el año 2000 titulado Retratos de cantantes. No lo conocía y me entusiasmó. El autor de todas aquellas imágenes era Juan Miguel. Inmediatamente, le localicé. Hablamos por teléfono y, como por arte de magia, sin conocernos en persona, iniciamos una amistad fuerte y duradera, de las que merecen la pena. Evidentemente, la canción y la sensibilidad fueron testigos de aquella incipiente complicidad.
Pocos meses después, el Ayuntamiento de Zaragoza, dentro del primer ciclo La voz y la palabra, dedicado en 2015 a la «canción de autor», me encargó montar una exposición en la Casa de los Morlanes a la que titulé Cantemos como quien respira.
En cuanto me puse a pensar en ella, volví a contactar con Juan Miguel Morales y le pedí que me permitiera incorporar a la muestra algunas de sus fotografías. No dudó ni un segundo en decirme que sí y a los pocos días me las hizo llegar. Lo mejor y más inesperado fue que el día de la inauguración se presentó por sorpresa y nos pudimos dar nuestro primer abrazo, de los «sentíos, sentíos», y para colmo apareció acompañado de Jaon Jara, viuda de Victor Jara, a la que no tenía aún el placer de conocer. En aquellos días Juan Miguel y Omar Jurado presentaban también en Zaragoza su libro Víctor Jara. Te recuerdo Chile.
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Juan Miguel Morales y Fernando G. Lucini. |
Ya comprenderéis por qué a partir de entonces, tras todo lo descubierto y recibido aquellos años en Andalucía, «Vuelvo al sur» se convirtió para mí en mucho más que un tango:«Vuelvo al sur como se vuelve siempre al amor… ¡Te quiero sur!».
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Presentación del libro«Manifiesto Canción del Sur» en Madrid. |
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MIGUEL HERNÁNDEZ. GRABACIONES PUBLICADAS ENTRE 2009 Y 2011 COINCIDIENDO CON EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO (2009-2011)
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